La susceptibilidad estropea nuestra relación con nuestros familiares, compañeros, vecinos. ¡Y somos nosotros las primeras víctimas! En el creyente, la susceptibilidad es un indicio de que este no vive lo suficientemente cerca de Jesús, quien era un hombre manso y humilde de corazón. La mansedumbre, en la Biblia, caracteriza a aquel que no insiste en sus derechos.
Una sensibilidad exagerada, heridas internas acumuladas, injusticias… todo esto hace que veamos las cosas bajo un ángulo deformado, que cualquier cosa nos hiera o sea interpretada como menosprecio, burla o malevolencia… Es una fuente continua de sufrimiento tanto para el afectado como para los que lo rodean.
¿Qué ayuda tiene el cristiano para ver y sentir las cosas de otra manera?
– Pensar en su Salvador: “Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente” (1 Pedro 2:21-23).
– Esforzarse en imitarlo: “Vestíos… de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto” (Colosenses 3:12-14).
Daniel 6 – 1 Juan 5 – Salmo 78:56-65 – Proverbios 18:18-19