Para las vanguardias que surgieron en las distintas manifestaciones creativas a principios del siglo XX –tal como señaló Ortega y Gasset-, el Arte es puro juego intelectual, una propuesta que se hace al público y que exige de éste una complicidad culta.
Así, en la Literatura, el autor propone en su obra una suerte de mensaje que el lector debe desentrañar por medio de sus conocimientos culturales y estéticos. Huelga decir, por tanto, que se trata de creaciones para una minoría culta, para una élite formada intelectualmente. Pero, otras veces, se trata de puros juegos arbitrarios de palabras, que se relacionan por el mero deseo del escritor. Uno de los más evidentes ejemplos de ello es el Creacionismo del chileno Vicente Huidobro y Gerardo Diego.
Pocos han seguido esta concepción de la creación literaria con la precisión del argentino Jorge Luis Borges (Buenos Aires, 1899-1986). Iniciado en la poesía de vanguardia –fue el introductor del Ultraísmo en Argentina-, pronto deriva hacia la narrativa, especialmente la breve.
En efecto, Borges ha sido uno de los mejores creadores de cuentos de la Literatura universal. Y también como pocos ha sabido integrar al lector en ese juego intelectual al que aludíamos. Porque los relatos de Borges son, aparentemente, ensayos con aire de narración o, a la inversa, narraciones ensayísticas.
Muchos de ellos parten de una realidad fingida y se desarrollan como si de hechos reales se tratase. Es el lector quién debe desentrañar, con sus conocimientos, lo ficticio de lo narrado. Otras veces, se basan en episodios mitológicos que sólo los iniciados en ese saber serán capaces de captar con claridad. En fin, en algunas ocasiones se trata de relatos aparentemente metafísicos en los que subyace el puro placer de fabular, aunque no dejan de inquietarnos. Y, casi siempre en ellos, se halla presente lo insólito, lo fantástico.
La casa de Asterión constituye un perfecto ejemplo de la segunda modalidad que citábamos. Se trata de una reelaboración del mito de Teseo y el Minotauro, narrada por éste último, que desconoce su condición y considera su muerte a manos de aquél como una liberación a su soledad.
Como puede apreciarse, Borges juega con nosotros a que adivinemos las raíces mitológicas del relato, pero también nos propone una reflexión sobre la condición humana y sus inquietudes, sobre el miedo y la soledad. Un cuento elaborado –como todos los de Borges– con una estructura perfecta y un estilo sentencioso, lento y pleno de paradojas, tan características del genial escritor argentino.
Podéis leer el relato aquí.
Fuente: Centro Virtual Cervantes.
Fotos: Borges: Sking en Wikimedia | Casa de Borges: Felipe_Gabaldón en Flickr.
Jaime Canas
“Sé que me acusan de soberbia, y tal vez de misantropía, y tal vez de locura. Tales acusaciones (que yo castigaré a su debido tiempo) son irrisorias…”
http://www.apocatastasis.com/la-casa-de-asterion-jorge-luis-borges.php