Gracias, Roger

Durante los últimos 5 años hemos escuchado que Federer estaba acabado o que debía retirarse. Hoy, Roger se erige como mejor tenista del mundo.

Roger Federer, tras convertirse en N1 del mundo. Foto: Getty
Roger Federer, tras convertirse en N1 del mundo. Foto: Getty

¿Por dónde empiezo? ¿Cómo expresar con palabras todo lo que ha ocurrido hoy? Quizá sea buena idea remontarse a noviembre del año 2012. Por aquél entonces, Roger Federer venía de ganar un par de meses atrás su 17º Grand Slam en Wimbledon y perdió el número 1 en favor de Djokovic. Hacía dos años y medio que no ganaba ninguno y a sus 31 años muchos decían que ése sería el último que iba a ganar. Rafa comenzó 2013 arrasando y Novak se encontraba en un estado de forma pletórico. Los hay que durante ese año se atrevieron a decir que debería retirarse. Los hay que durante esos malos momentos que vivió en 2013 donde fue apeado en segunda ronda en Wimbledon dijeron que estaba acabado. Los hay que dudaron del más grande. Pero hoy, 16 de febrero de 2018, Federer ha callado muchas, muchísimas bocas.

Su camino de regreso a la cima del tenis mundial no ha sido nada sencillo. Quizá, ni él mismo se pensaba que esto podría haberse hecho realidad, sobre todo después de lo ocurrido a finales de 2013. Roger, tras una de las mayores decepciones de su carrera al salir eliminado en 2R de Wimbledon, decide cambiar de raqueta y contratar a Stefan Edberg como entrenador, buscando un cambio brusco en su carrera. 2014 fue un año muy difícil para él. Intentando acostumbrarse a su nueva raqueta y a su nuevo modo de jugar, sólo pudo levantar el título en Cincinnati y la Copa Davis como grandes logros. 2015 no iba a ser mucho más sencillo. Novak Djokovic le frenó en las finales de Wimbledon y US Open y su cara al perder aquellos partidos lo decía todo. Parecía que no podía. Él quería, pero había alguien mejor. Edberg se hizo a un lado a final de temporada, no pudiendo viajar más con él. ¿Qué se podía hacer entonces?

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Comenzó 2016 con ilusiones renovadas de la mano de Ivan Ljubicic y su raqueta retocada en negro, pero la vida le puso a prueba. Mientras bañaba a sus hijas, un mal giro de rodilla hacía que se rompiera el menisco y todo se tambaleó. Sus fans de todo el mundo temían lo peor. Era la primera lesión importante en su carrera y a sus casi 35 años podría suponer el final. Tras unos meses de idas y venidas tras su operación y con problemas en su espalda, decide parar tras perder en semifinales de Wimbledon, con dolores en su rodilla. Es aquí donde se produce la magia.

2017 fue un regalo. No se puede definir de otra forma. Cuando nadie lo esperaba, Roger gana en Australia y levanta su 18º grande. No contento con eso, gana de forma consecutiva Indian Wells y Miami y luego, Wimbledon. Ni él mismo se lo creía. Denominaba todo aquello como "cuento de hadas" y no es para menos. Terminó el año cerca de Nadal, pero no pudo convertirse en número 1 del mundo. Una espinita que él creía que no se podía quitar, pero que llegaría antes de lo esperado.

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Tras la derrota de Nadal en cuartos de final en Australia y revalidar de nuevo su título en Melbourne, a Roger no le quedó otra que intentarlo ya que no se podía encontrar más cerca. Rotterdam le dio la oportunidad de lograrlo y no lo desaprovechó. Se convertía así en el número 1 más veterano con 36 años y 6 meses, dejando atrás los 33 años y 4 meses de Agassi.

En este mundo que vivimos, la gente suele pecar de no tener memoria. Parece que lo que ocurrió hace 6 meses ya no vale. En el deporte, lo más lógico es perder ya que participantes hay decenas o cientos, pero ganador sólo uno. Cuando alguien pierde varias veces seguidas, será normal escuchar a algunos decir que debería retirarse. Dudar de las leyendas del deporte debería ser pecado. Debería tener delito de cárcel. Hemos tenido que aguantar durante estos últimos cinco años declaraciones de miles y miles de personas diciendo que ya no daba más de sí. Hemos visto a ex-jugadores como Cash, Wilander o McEnroe decir que Roger no volvería a ganar nada más. Hemos leído las palabras del padre de Djokovic preguntándose que por qué Federer seguía jugando a su edad. Pues entérense bien todos y cada uno de vosotros, por esto sigue jugando Roger. Por la historia. Por el amor por este deporte. Porque a sus 36 años y tras haberlo ganado todo en la vida, se pone nervioso ante Haase y pierde el primer set en unos cuartos de final de Rotterdam. Muchos deberían aprender de la pasión que le pone Federer a lo que hace.

El suizo ha vuelto a demostrar que la edad es sólo un número. Las barreras están en la cabeza de cada uno de nosotros. Si lo deseas, trabaja duro y ve a por ello. Todo se puede conseguir. Y si crees que no, usa el ejemplo de Federer que hoy se ha convertido en el mejor tenista del mundo con 36 años y 6 meses. Y es qué, ¿qué quieren que les diga? El suizo sigue haciendo historia y yo sigo sin saber qué decir. Bueno, sí. Una cosa sí me sale: GRACIAS, ROGER.

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