Por: Cesar Indiano
El presidente Nayib Bukele se ha ido transformando en un líder de impacto mundial y la pregunta que todos nos hacemos es ¿por qué? ¿Qué hace diferente al presidente de los salvadoreños? Y luego ¿Cuáles son los ingredientes doctrinarios que guían su conducta pública?
Sin jamás decirlo ni manifestarlo abiertamente, el presidente Bukele forma parte de la Nueva Derecha Pragmática que se ha levantado en Sudamérica como una ola refrescante, de la cual se desprende Javier Milei en la Argentina y Daniel Noboa en la República del Ecuador. Pero Bukele sobresale sobre los otros, por ciertos detalles confesos que son indiscutibles. Digamos que son tres los detalles que propulsan a Bukele como a un respetable líder de estatura mundial.
El primero, Bukele ha superado el atávico complejo de pulgarcito que los salvadoreños han sufrido durante décadas. El presidente de los salvadoreños visita a los gigantes (Estados Unidos, Turquía, Japón) y con toda la frescura del mundo les dice a todos sus homólogos lo que hay que hacer para hacer justicia en el mundo, tomando como ejemplo a El Salvador. Nunca ha llegado a ninguna tribuna europea o asiática, ni pedir ni a llorar, ni a presentar a su país como si fuera pequeño o desgraciado, todo lo contrario, Bukele describe a El Salvador como a una nación renacida.
Segundo detalle; Bukele no cree en la diplomacia económica, mediática y política. Es decir, el presidente salvadoreño entiende que se debe conocer y decir la verdad, aunque moleste, porque la verdad nos hace libres. A diferencia de los líderes hipócritas tradicionales, Bukele no cree en la economía social, sino, en la prosperidad que proviene de sudar la gota gorda y de competir sin miedo.
Para él, los derechos humanos no son más importantes que los deberes patrióticos y para él los políticos deberían ser simples funcionarios sustituibles que cobran por hacer bien su trabajo. Por pensar de este modo, Bukele se ha granjeado poderosos enemigos mundiales que se lucran de las mentiras, de la corrupción y de las utopías sociales.
Y, por último, el presidente de los salvadoreños es un cristiano confeso. Cada vez que puede y dependiendo del contexto, le cede la honra a Jesucristo. Este pequeño detalle espiritual lo pone en la mira de esas izquierdas ponzoñosas que brincan como demonios cada vez que oyen la palabra Jesús. Pero, es precisamente este aspecto el que lo catapulta ante el mundo como a un líder, no de El Salvador, sino, de la libertad, porque conoceremos la verdad y la verdad nos hará libres.
