Por: Julio Velásquez (Periodista)
Hablar de la vida y la obra humanística del doctor Ramón Custodio López, es sumergirse en la historia de centenares de acontecimiento políticos y militares en Honduras.
Nació un jueves 11 de diciembre de 1930, en Comayagüela. Hijo de don Prudencio Custodio y doña Elisa López. En una de las múltiples conversaciones que tuvimos me comentó que, desde muy joven, siempre uso sus dos apellidos, “Custodio López”, lo que hizo que su madre, se sintiera orgullosa, más cuando empezó a recibir reconocimientos y homenajes, mientras que el “Monchito” lo perdió cuando a su hijo le puso el mismo nombre y éste lo heredo ipso facto.
En mayo de 1981 creó, junto a otros cuatro hondureños, el Comité para la Defensa de los Derechos Humanos en Honduras (CODEH), en la época más cruenta y violenta para Honduras, cuando los militares se creyeron ser seres “omnipotentes” y se convirtieron en dadores de la vida y de la muerte.
Pese a las múltiples amenazas y atentados de los que fue objeto, él y su familia, nunca dudó en salir a cualquier hora del día o de la noche para salvar la vida de muchos hondureños y extranjeros y enfrentarse a los militares y, a los que, desde Estados Unidos, impulsaron la Doctrina de la Seguridad Nacional, en los difíciles años 80 del siglo pasado, época de detenciones ilegales, torturas, desaparición de personas y asesinatos políticos. Tiempos inseguros, en los que el apellido Custodio alentaba la esperanza de muchas personas para poder seguir viviendo.
Cuando nadie hablaba en las plazas públicas o en los medios de comunicación para denunciar las violaciones a los derechos humanos, allí estaba el Dr. Ramón Custodio López, poniendo el dedo sobre la llaga, aún y a sabiendas que corría peligro su vida.
En Honduras, Centroamérica y varios países del mundo, se le reconoce por su lucha en la defensa y promoción de los derechos humanos, causa que ha defendido con pasión y argumentos, incluso entre amenazas de muerte hacia él y su familia, durante muchos años.
Particularmente, me considero una persona afortunada porque, gracias a dos amigos periodistas los licenciados Juan Ramón Durán y Thelma Mejía, que me recomendaron, logré trabajar con el Dr. Custodio durante casi dos décadas, primero en el CODEH y luego en el Comisionado Nacional de los Derechos Humanos (CONADEH).
Cuando comencé a trabajar en el CODEH, mis amigos, que eran muy buenas personas, me advertían a cada rato, “no trabaje allí, lo van a matar, en cualquier momento” y siempre puse oídos sordos.
Recuerdo cuando el Dr. Custodio denunció que los policías se quedaban con los carros que recuperaban, que eran reportados como robados. En esos días me fueron a tirar cinco carros “robados” cerca de mi casa, pero, el colmo fue cuando tiraron el cadáver de una persona asesinada. Se lo comente y me dijo “esto hay que denunciarlo de inmediato”. Convocamos a una conferencia de prensa y lo hizo público. Nunca más lo volvieron a hacer.
El CODEH y su presidente, por casi dos décadas, el Dr. Ramón Custodio, fue una escuela en derechos humanos para muchos que tuvimos la suerte de ser parte de ese Organismo No Gubernamental.
Siempre nos decía que, para ser defensor de derechos humanos hay que ser como el bambú y tener su resistencia, que se dobla ante la ira huracanada de los vientos, pero la resiste sin quebrarse; o tener la liviandad alada y levitante del barrilete, que se eleva con los vientos del desafío y los vientos adversos.
Tener la astucia del zorro, para no caer en la trampa que nos tienden los tramposos o el equilibrio de los gatos que, por su aparato vestibular tan especial, nadie los puede hacer caer patas arriba; o tener el sentido de orientación de las aves migratorias, que vuelan grandes distancias y luego vuelven al punto donde salieron sin ver una brújula, pero sin perder nunca el rumbo.
Tener el temple de Moisés en el desierto, para resistir tantas tentaciones, seducciones y amenazas de los perversos y corruptos; tener el ánimo y la fuerza de cantarle a la vida y creer que el hombre no tiene, por necesidad, que ser el lobo del hombre; que se debe sentir compasión por el que sufre; entender a los niños, adolescentes, hombres y mujeres de todas las edades y clases sociales.
Ver por los ciegos, oír por los sordos y hablar por los mudos y, sobretodo, por aquellos que teniendo el derecho de hablar y queriendo hablar no tienen ese derecho a voz ni siquiera para botar a los corruptos que sustraen y malversan los fondos del Estado, tan perversos que buscaron el poder solo para enriquecerse ilícitamente.
Gracias Dr. Custodio, porque en sus actuaciones siempre vimos a un apasionado de la verdad, de la justicia y de la genuina democracia. Infinitas gracias, por ser un hombre justo, obstinado y enfrentar sin temor y con valentía las injusticias, la mentira y la impunidad.
Me siento honrado de honrar a un hombre justo, noble y valiente, voz de los sin voz, hombre de mucha fe, un hacedor de historia y, sobre todo, un profeta, comprometido con la verdad, que siempre luchó por la paz, defendiendo los derechos humanos y la justicia. (Fin)