No cabe duda que el sueño es importante para consolidar nuestros recuerdos; sin embargo, estudios recientes han mostrado que, además, dormir bien puede ayudar a prevenir el deterioro cognitivo.
Lamentablemente, las alteraciones del sueño son frecuentes en los adultos mayores, estimándose que casi el 60% tiene algún tipo de trastorno crónico del sueño. Teniendo en cuenta que la mayoría de los casos de Alzheimer se detectan en las personas mayores de 65 años, es lógico que la ciencia se pregunte si las alteraciones del sueño, como el insomnio, no tendrán algún impacto en el riesgo de una persona de desarrollar Alzheimer y otras enfermedades que afectan al cerebro.
Es frecuente que las personas con Alzheimer experimenten problemas para conciliar el sueño por la noche, y que tengan despertares frecuentes y somnolencia durante el día.
Hoy en día sabemos que también las personas sin deterioro cognitivo, pero con riesgo incrementado de desarrollar enfermedad de Alzheimer, presentan cambios característicos en su patrón de sueño, sobre todo caracterizados por la desestructuración de la fase no-REM, fase en la que disminuye el flujo sanguíneo cerebral y la frecuencia cardiaca, entre otras funciones corporales:
- En primer lugar, los cambios que provoca el Alzheimer en el cerebro afectan a áreas cerebrales críticas para la regulación del sueño y la vigilia, lo que podría favorecer la alteración del sueño desde fases muy iniciales de la enfermedad, posiblemente antes de que aparezcan los primeros síntomas de pérdida de memoria
- Además, también se ha observado que, en situaciones de experimentación, tanto en animales como en personas a las que se ha privado de sueño, aumenta la presencia de la proteína beta-amiloide, una de las proteínas que se acumula en el cerebro de las personas con enfermedad de Alzheimer.
Un estudio revela que siete horas y media es el “punto óptimo” para preservar el cerebro y contrarrestar la enfermedad de Alzheimer. Aquellos que duermen demasiado o muy poco experimentan un mayor deterioro cognitivo, según la investigación del Centro de Medicina del Sueño de la Universidad de Washington













