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Lo que nos corresponde hacer a los hondureños

Rafael Jerez Moreno

La audiencia celebrada por el Subcomité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos deriva en diferentes matices para analizar el proceso electoral hondureño más allá de las fronteras nacionales. Algunas favorables para la oposición hondureña, y otras que son un oxígeno para un partido oficialista que busca todas las herramientas posibles para seguir en el poder. 

María Elvira Salazar, congresista por la Florida, ha sido una voz beligerante en la Cámara de Representantes en oposición al gobierno hondureño, con una fuerte carga ideológica, en un contexto norteamericano que en sí mismo es caracterizado por un fuerte control del Partido Republicano por el ala del presidente Trump, más orientada a la derecha. Además del peso geopolítico que los Estados Unidos ha tenido en Honduras, históricamente, la audiencia adquirió mayor relevancia al enmarcarse en la antesala de las elecciones generales. Meses atrás, el país no figuraba en la agenda prioritaria regional. Apenas hubo algunos pronunciamientos, por ejemplo, provenientes de la Misión de Observación Electoral de la Organización de los Estados Americanos (OEA) después de una visita exploratoria de quienes liderarían esta misión. 

Desde inicios de noviembre los posicionamientos de organismos internacionales han crecido, en proporción a la complejidad política del proceso electoral. Primero se pronunció la OEA, incluyendo a su Secretario General, después lo hicieron diferentes agencias de la Organización de las Naciones Unidas, y recientemente, el 12 de noviembre de 2025, lo hizo el Departamento de Estado de los Estados Unidos, por medio del subsecretario de Estado, Christopher Landau. Este último pronunciamiento fue el que mayor influencia tuvo en el debate político del momento, ya que fue el primero de la administración Trump, dirigido a las elecciones generales. 

Entre los elementos comunes que se identificaron en los pronunciamientos se encuentran la protección de la independencia de las autoridades electorales, el respeto de los derechos humanos y los riesgos por el rol de actores externos al sistema electoral, en el ámbito militar, de persecución penal y judicial. 

Sobre todo, el pronunciamiento del subsecretario Landau sentó las bases de una percepción política sobre el papel que comenzaría a jugar Estados Unidos y que continuaría en la audiencia del Subcomité del Hemisferio Occidental liderada por Salazar. Y en efecto, como fue mencionado anteriormente, las preocupaciones sobre los riesgos a la integridad electoral fueron un asunto común abordado en las intervenciones de los congresistas y las personas que testificaron ante el Subcomité. Y, el papel del Partido Libertad y Refundación como la sombra detrás de diferentes riesgos asociados al proceso electoral fue expuesto, sobre todo, por María Elvira Salazar y Carlos Trujillo, uno de los testigos y ex embajador de los Estados Unidos ante la OEA. 

Los matices de la audiencia se derivan de tres hechos que no se pueden dejar de destacar. Primero, el interés que este evento generó en Honduras no correspondió con lo que significó para todos los miembros del subcomité. El demócrata de mayor rango, Joaquín Castro, congresista por el estado de Texas, sí se refirió a algunos de los riesgos que enfrenta el proceso electoral pero también aprovechó la oportunidad para señalar la ausencia de la administración Trump durante la audiencia. Castro indicó que en la administración Biden, los funcionarios del Departamento de Estado que eran citados por el Congreso de los Estados Unidos sí comparecían. Por supuesto, la postura de Castro dice mucho del tono de las divisiones internas en la política norteamericana, pero para lo que nos concierne como hondureños, fue sin duda muy reveladora la ausencia del Departamento de Estado. Después de que una semana atrás el subsecretario de Estado se pronunció, una conclusión que podemos sacar de la ausencia de la administración Trump en la audiencia celebrada es que, en efecto, tienen los ojos puestos en Honduras, por el significado que el país sigue teniendo en términos políticos, económicos, militares y hasta culturales, pero también preservan un grado de prudencia en torno a cómo pronunciarse, a casi una semana de las elecciones. Lo anterior no es un hecho menor, considerando el estilo que suele tener la administración Trump para expresar sus opiniones sobre la política mundial. 

El segundo matiz es el grado de importancia generalizado que realmente tiene Honduras para todos los miembros del subcomité, y en general, del Congreso de los Estados Unidos. Salazar y Castro eran los verdaderos protagonistas. Los demás no eran figuras tan reconocidas, por lo menos en Honduras, y de hecho, algunos aprovecharon el micrófono para exaltar las diferencias entre ambos partidos políticos norteamericanos, y para introducir a China y Venezuela como parte de la discusión sobre el propósito de la audiencia, vinculándolo a las elecciones hondureñas. Incluso, algunos solamente hicieron una intervención y salieron de la sala. Al final, Salazar es una voz familiar para la región, considerando su trayectoria periodística y su entrada a la vida política, pero también debemos entender que sus acciones también se dirigen a sus votantes, entre los cuales hay quienes tienen ascendencia hondureña. Y es probable que lo anterior incida en su beligerancia sobre las elecciones generales, aun cuando eso haya supuesto celebrar una audiencia que no contó con la participación del Gobierno de su partido. 

El Gobierno de Honduras buscó todas las maneras posibles para sacar provecho de los matices que presentó la audiencia. Sobre todo, cuestionamientos que presentó el congresista Castro hacia el ex embajador Trujillo por sus vínculos con inversiones norteamericanas en el país, que fueron utilizadas por funcionarios de Gobierno y a las que añadieron un falso vínculo con instituciones financieras hondureñas para enmarcar el hecho en su discurso de campaña. Por su lado, la oposición ha buscado expandir los cuestionamientos al oficialismo a partir de lo que supone la relación con los Estados Unidos y los cuestionamientos sobre la subversión del proceso electoral.

En tercer lugar, y quizás la conclusión más importante que debemos extraer de la audiencia, es que son los hondureños en masa, y nadie más, quienes realmente definirán, por lo menos, el destino político del país para los próximos cuatro años. Las voces internacionales, incluyendo las de mayor peso, podrán incidir para disuadir acciones que extralimiten el papel que cada institución debe jugar en el proceso, pero nadie va a venir de afuera a ponerle la banda presidencial a una candidatura, ya han ocurrido muchos episodios en los que se ameritaba pronunciamiento más contundentes de ciertos actores regionales, y no ocurrieron. 

Quizás, será la OEA el espacio de concertación que, como en Guatemala, puede entrar en escena en caso de que los riesgos que ya enfrenta el proceso se materialicen. Pero eso va a suceder si las cosas comienzan a deteriorarse el día de las elecciones o después. No podemos estar sujetos a ello, debemos asumir el compromiso que como ciudadanos tenemos con el país.



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