Una multitud venezolana emocionada llegó hasta la plaza de San Pedro, en el Vaticano, para ser testigos de la canonización de los recordados venecos Carmen Rendiles y José Gregorio Hernández.
Cuando el papa León XIV pronunció en latín la solemne fórmula de canonización para inscribir en el libro de los santos los nombres de Hernández y Rendiles, la ovación fue estremecedora en el lugar.
La noticia estuvo llena de momentos marcados, como los cantos, rezos y lágrimas en Roma, como también para los millones de venezolanos que, desde su país natal, siguieron el acontecimiento en medio de una severa crisis política y económica.
José Gregorio Hernández, nacido en Isnotú el 26 de octubre de 1864, es una figura monumental en la cultura venezolana, quien dedicó su vida a la medicina y jamás cobró por atender a los necesitados, al contrario, muchas veces costeaba de su propio bolsillo los medicamentos.
El difunto papa Francisco aprobó el reconocimiento de Hernández desde su habitación de hospital el 24 de febrero, aceptando la «veneración generalizada del doctor-santo entre los fieles» y eximiendo el proceso tradicional de milagros, aunque oficialmente la Iglesia Católica destaca como un prodigio la recuperación de una niña herida de bala en la cabeza.
Por su parte, Carmen Rendiles, nacida en Caracas en 1903, destacó por su fuerza de carácter y vocación religiosa, pese a sufrir una discapacidad física de nacimiento.
Su canonización fue posible por el reconocimiento de dos milagros, la curación inexplicable de una médica venezolana en 2003 y la «curación milagrosa» de una mujer en 2015.
Cabe recalcar que, en esa misma ceremonia, el papa León XIV sumó a otros cinco santos, quienes son el arzobispo Ignacio Choukrallah Maloyan, mártir armenio asesinado durante el genocidio de inicios del siglo XX; Peter To Rot, laico de Papúa Nueva Guinea ejecutado en 1945; las religiosas italianas Vincenza Maria Poloni y Maria Troncatti; y el laico italiano Bartolo Longo.

