El brutal crimen contra Andrea Paola Murcia Martínez, una joven de 23 años con diagnóstico de epilepsia ha provocado conmoción y dolor en la comunidad de El Camalote Arriba, El Progreso, Yoro, donde familiares, vecinos y amigos ahora claman por justicia y castigo para el responsable.
Andrea falleció la noche del sábado 5 de julio, tras varios días de agonía en un hospital, luego de haber sido raptada, drogada y violada por un individuo que, según testigos, ya había sido señalado anteriormente por conductas similares.
La tragedia comenzó el jueves 26 de junio cuando Andrea regresaba de casa de una tía. En el camino, un hombre la interceptó y la llevó mediante engaños, la obligó a ingerir una sustancia desconocida y abusó sexualmente de ella.
La joven fue abandonada en una calle, a menos de un kilómetro de su casa, donde fue encontrada por un vecino convulsionando.
“La llevamos al hospital de El Progreso, pero por la gravedad, la remitieron al Mario Rivas. Estuvo con respiración artificial, hasta que nos dijeron que tenía muerte cerebral”, narró Dunia Martínez, su tía a un medio local.
Muerte anunciada, justicia ausente
La joven fue declarada muerta a las 9:25 p.m. del sábado, confirmaron las autoridades médicas.
Según el personal del hospital Mario Rivas, la droga que se le suministró provocó un colapso neurológico irreversible.
Hasta el momento, la Dirección Policial de Investigaciones (DPI) no ha anunciado capturas ni avances importantes en el caso. Sin embargo, en la comunidad se manejan fuertes señalamientos contra un hombre del sector, conocido por ser violento, armado y consumidor de drogas.
Vecinos aseguran que no es la primera vez que comete este tipo de actos, pero reina el temor por represalias.
“Estamos cansados, este hombre ha abusado de otras jóvenes. Andrea no se metía con nadie, era una niña inocente, y ahora está muerta”, declaró uno de los habitantes.
Un crimen contra la vulnerabilidad
Andrea Paola era una joven conocida por su alegría, nobleza y espíritu carismático, a pesar de vivir con epilepsia. Su asesinato no solo ha dejado a una familia destruida, sino que ha expuesto la vulnerabilidad de muchas mujeres hondureñas frente a la violencia sexual y la impunidad.
“No veré más su sonrisa. La dejamos en manos de Dios, pero también queremos justicia en la tierra”, expresó entre lágrimas Reina Isabela Torres, su abuela política.
La violencia sexual, un mal que sigue creciendo
Este caso se suma a una alarmante ola de violencia sexual en Honduras, donde la mayoría de agresiones quedan en la impunidad.
Según datos del Observatorio de la Violencia de la UNAH, hasta junio de 2025, se han reportado más de 600 denuncias por delitos sexuales en el país, de los cuales solo un pequeño porcentaje termina en sentencia condenatoria.

