Carlos Alcaraz volvió a mostrar su capacidad de ajustarse a los retos con una seria victoria frente a Andrey Rublev en octavos de Wimbledon (6(5)-7/6-3/6-4/6-4). Ante su primer rival de altura, el vigente campeón encajó con gesto airoso el golpe en un ajustado primer set para después elevar su nivel de tenis muy por encima de los duelos previos, resolver el choque, y citarse con el británico Cameron Norrie en cuartos de final.
Explosiones de champán, ríos de Pimm’s —el afamado cóctel del torneo— y algún aficionado incluso con el menú completo vio en la grada de la Pista Central antes de arranque de un partido que prometía emociones fuertes. Un estallido de vítores dio la bienvenida a los dos hombres del mejor cartel de la jornada, se esperaba un tenis espectacular desde la primera bola, aunque los «fuegos artificiales» tardaron en llegar exactamente cinco juegos.
Y es que, en apenas 17 minutos, Rublev sellaba el 1-4 a favor con una versión muy seria de sí mismo. Nunca está tan fácil contra Carlitos, el ruso lo sabía, y refrendado quedó con los tres juegos que se anotó de corrido el de El Palmar. Todo empezó con un ace celebrado a lo grande por la grada y el grito de una desgarrada garganta femenina: «Tú puedes, Carlos». Vaya si pudo. Subió el nivel y volvió a ganar potencia y, al resto, dos errores de Rublev en la red le dieron alas para igualar la contienda.
Volvían a estallar botellas de Lanson, el primer acto se cerraría en un dramático tie break. Carlos logró el primer minibreak y celebró por vez primera con toda la grada. Volvió la conexión. Eso sí, Rublev, que solo se había dejado por el camino dos sets en los tres duelos previos, volvió a demostrar su nueva versión, más seria y templada, para desdoblar la rotura con dos bolas que hicieron saltar la pintura blanca de las líneas y anotarse el primer parcial.
Con un aumento del juego ofensivo y con continuidad en su mejora en los primeros servicios arrancó Alcaraz el intento de remontada. No lo iba a poner fácil su oponente, un poco más crecido con cada punto y sereno con la ventaja en el marcador. Creció la calidad del juego en la Catedral. Ninguno fallaba, ninguno se imponía.
Fue en un descanso, en el 3-4, cuando Alcaraz se acercó a su box para ajustar algo en su juego. Un par de gestos sirvieron a Ferrero y a él para entender el plan y justo a continuación, desde el resto, logró arrebatarle el juego y la confianza a Rublev. 5-3 y saque, turno resuelto ‘en blanco’ y con un toque a bote pronto a la remanguillé para desatar el delirio de la afición. Esta vez sólo celebró con el puño mirando a Ferrero. Empate en hora y veinte de juego, un nuevo partido empezaba de cero.
Reseteó Rublev. Juego en blanco y 15-40 a favor para empezar metiendo mucho miedo a Carlos. Una buena derecha y la caña del moscovita le sirvieron para escapar de la trampa. ¿Primeras dudas de Andrey? Quizás. ¿Suficientes para provocar un desmoronamiento? Ni mucho menos. Siguió adelante, muy duro en los golpeos de un combate en el que el español asumió su rol de encajador a la perfección.
De hecho, es permitió a Carlos lanzar el gancho inesperado al mentón de un rival que sí dejó ver algunos síntomas de desesperación —lejos, eso sí, de sus habituales y exaltados cabreos. Llegó en el séptimo juego, justo después de que el pupilo de Ferrero salvara otra comprometida situación al saque. Fueron tres passings de derecha, el último tras salvar tres durísmos golpeos de su oponente que bien hubieran podido ser ganadores, los que le valieron una rotura tan inesperada como celebrada por la grada. Esta vez puño al aire y giro sobre sí mismo para que el dodecágono de grada celebrara con él al completo. Se había metido medio partido al bolsillo.
Así fue, en efecto. Pues el quinto set no hizo más que confirmar la capacidad de Carlos para elevar su juego ante rivales de mucha entidad. Mucho más sufridos fueron los tres choques previos, especialmente aquellos ante Fognini y Struff, que un duelo ante Rublev encarrilado definitivamente en el quinto juego del cuarto y último set. Pudo romper en blanco, pero Rublev remontó hasta la ventaja, donde pinchó por completo. No hubo más.
Como ya ocurrió en Roland Garros, Alcaraz borró las dudas nacidas de la comparación con los plácidos caminos de Djokovic y Sinner y mostró su crescendo antes de los partidos decisivos. El pase a semifinal pende del próximo reto, el peligroso tenista local Cameron Norrie.