En las aceras cálidas de la ciudad de Yoro, donde el sol cae a plomo y el sudor corre sin pedir permiso, una mujer con una sonrisa inquebrantable lleva 20 años ofreciendo jugos, aguas y refrescos y ahora, cursa el primer año en la carrera de Bachillerato.
Su nombre es Victoria y su historia se ha convertido en un faro de esperanza para quienes creen que ya es tarde para soñar. A su avanzada edad, mientras otros piensan en el retiro, ella decidió abrir los libros y alcanzar una importante meta profesional.
Doña Victoria no solo estudia por obtener un título ni por reconocimiento, sino por el profundo deseo de superarse, de demostrar que la edad no es una barrera cuando el corazón está lleno de ganas.
Cada día, luego de atender su negocio en las calles, se sienta en un pupitre, como una más entre jóvenes que podrían ser sus nietos.
Con esfuerzo, constancia y una fe inquebrantable, se enfrenta a las matemáticas, la literatura y los exámenes, mientras inspira sin saberlo a una comunidad entera.
Un ejemplo a seguir
“Es un ejemplo para la juventud de hoy, los que quieren no pueden y los que pueden no quieren”, comentó una usuaria en redes sociales, conmovida por la historia.
Por otro lado Edgar Gómez añadió“Ella es una guerrera”. Otros, tantos más, le enviaron bendiciones y palabras de aliento.
En tiempos donde la deserción escolar y la falta de motivación preocupan, doña Victoria aparece como un testimonio viviente de que nunca es tarde para empezar de nuevo.
Con cada página que lee, no solo se educa ella, sino que enseña al país que los sueños no tienen fecha de vencimiento.
Ahora, Yoro no solo la conoce por sus refrescantes jugos, sino tambien por su espíritu incansable. Es un digno ejemplo de cuando el alma tiene sed de superación, ningún obstáculo es suficiente para detenerla.