Cerró los ojos y puso punto final a un periplo que lo convierte en leyenda. “Soy consciente de que pertenezco a una generación que se está yendo, al adiós. La lucha continúa y tiene que sobrevivir”, había dicho José “Pepe” Mujica en uno de sus últimos actos políticos y en referencia a su legado.
Hace justo 52 años que había creído que se le acababa la vida. Había sido detenido por cuarta vez y en aquella ocasión para ir a prisión durante larga década. Iba en bicicleta con una subametralladora israelí Uzi con 30 balas en el cargador, colgada en la espalda, y un bolso viejo en el que llevaba una granada, pan, botella de vino y una longaniza.
“La putísima madre que lo parió”, dijo “Ulpiano”, apodo guerrillero de Mujica, cuando creyó que era su final.