La elección de un papa tiene un ritual, no solo en el proceso previo mediante el cónclave, sino en el inmediatamente posterior. Este jueves los 133 cardenales electores – menores de ochenta años – tiene programadas cuatro votaciones, a la espera de saber si tras una de ellas la chimenea sobre la Capilla Sixtina despide humo blanco.
Eso sería indicativo de que un cardenal ha obtenido al menos dos tercios de los votos y se convierte en pontífice, aunque para oficializarlo tiene que aceptar el encargo y decir con qué nombre quiere ser llamado. Solo entonces se anuncia al mundo la elección de un nuevo papa y se abre un pequeño lapso hasta que se asoma al balcón central de la plaza de San Pedro.
De la Capilla Sixtina a la Sala de las Lágrimas

Desde la Capilla Sixtina el elegido es invitado a ir a una habitación cercana, la llamada Sala de las Lágrimas, donde desde hace días está preparada la vestimenta que puede empezar a usar. La habitación es conocida con ese nombre porque históricamente es el lugar donde el elegido podía permanecer tranquilo un momento y, eventualmente, rezar y llorar para desahogar la tensión acumulada.
La primera vestimenta del nuevo papa
En esa cámara hay tres hábitos largos o sotanas de color blanco de distinto tamaño en función de la altura del elegido, así como cuatro vestimentas cortas tipo sobrepelliz, una muceta o esclavina de color morado y una estola púrpura con decoración dorada. También, si lo desea, puede escoger entre zapatos de distintos números, fajines, un cordón y una cruz dorada, todo allí dispuesto.

El anuncio oficial y el nombre del elegido
El protodiacono, el cardenal francés Dominique Mamberti, es el que anunciará quién es el elegido y el nombre con el que gobernará la Iglesia. El nombre que decide adoptar todo nuevo Pontífice da pistas sobre hacia dónde quiere llevar su pontificado, por lo que hay que analizar qué hicieron los papas precedentes con ese nombre. Juan es el nombre más utilizado hasta ahora; el último fue Juan XXIII (1881-1963). Ninguno ha optado nunca por llamarse Pedro, en señal del respeto al primer papa, el apóstol Pedro, de quien todos son sucesores.

La bendición desde la basílica de San Pedro
Luego, el nuevo papa aparece en la logia central de la basílica de San Pedro, junto al cardenal protodiácono, que pronuncia la famosa frase latina Annuntio vobis gaudium magnum; habemus papam (Os anuncio una gran alegría: tenemos papa). Desde allí, el nuevo papa imparte su primera bendición urbi et orbi (a la ciudad -es decir, a Roma- y al mundo). Luego dirige unas palabras, normalmente en italiano, a los fieles congregados en la plaza y a todos los católicos del mundo, que en la actualidad son casi 1.400 millones de personas. Este breve parlamento es una costumbre moderna; el primero en hacerlo fue Juan Pablo II en 1978.
