Un estudio reciente del Instituto de la Felicidad de Copenhague, dirigido por el analista español Alejandro Cencerrado, revela que los latinoamericanos reportan niveles de felicidad superiores a los que sugeriría su Producto Interno Bruto (PIB). Esta «paradoja latinoamericana de la felicidad» indica que, aunque la riqueza material influye en el bienestar, factores culturales y sociales desempeñan un papel crucial en la percepción de felicidad en la región.

Cencerrado destaca que, en América Latina, las relaciones interpersonales, la familia y la vida social son pilares fundamentales que contribuyen al bienestar subjetivo. Esta fuerte conexión social podría explicar por qué, a pesar de menores ingresos económicos en comparación con países más desarrollados, los latinoamericanos mantienen altos niveles de satisfacción con la vida.

Sin embargo, el estudio también señala que una vez cubiertas las necesidades básicas, incrementos adicionales en el ingreso no necesariamente se traducen en mayor felicidad. De hecho, las personas con fortunas extremadamente altas pueden experimentar una disminución en su bienestar, posiblemente debido a mayores responsabilidades y comparaciones sociales que generan ansiedad.

Estos hallazgos sugieren que, en América Latina, la calidad de las relaciones humanas y el capital social son determinantes más significativos de la felicidad que la riqueza material. La cultura de la región, que valora profundamente la amistad y la familia, podría ser la clave para entender esta discrepancia entre ingresos económicos y niveles de bienestar subjetivo.