En aquellos años 1982 – 2006, Honduras más o menos competía con su balompié, pero, digamos que del 2010 en adelante ya el fútbol hondureño fue más un asunto de suerte, socazón, plegarias y milagros. Mientras las demás naciones mejoraban sus procesos, se insertaban en la industria moderna del futbol y se preparaban para competir en los escenarios del siglo XXI, los dirigentes hondureños se quedaron estancados en una mentalidad futbolera de potrero y barrizal.
Junto a los dirigentes de la FENAFUTH vegeta también una prensa tediosa, socona y obcecada, carente de crítica y de criterio. Y junto a esta prensa porrista ha germinado una masa fanática que sólo puede canalizar sus frustraciones mediante excusas, desquites, insultos y violencia. Todo es un completo desastre nacional, porque ni los dirigentes quieren renunciar al lucro miserable de cobrar por perder, ni los periodistas deportivos tienen coraje para criticar la mediocridad y, los fanáticos, pobrecitos, sólo quieren obtener victorias encendiéndole velas a la Santa Patrona de las Chiripas.
No caballeros, ya dejen las payasadas directivas, ya frenen la prepotencia mediática, vuelvan a la realidad de los hechos. Regresen a los senderos de la humildad, echen a la basura toda la vanagloria del pasado y trabajen duro para los nuevos tiempos. Ya dejen de comer esa chanfaina que se elabora con excusas y cobardías. Acaso no entienden que han llevado el futbol hondureño a unos niveles tan catastróficos que hoy apenas podrían competir con Guyana, con Curazao, con Nicaragua y con Bahamas, países donde el futbol es menos importante que una partida de dominó.
Urge que comprendan esto: el fútbol moderno ya no es un juego ni un deporte ni un pasatiempo; es una industria sin fronteras cuya única moneda de curso legal es el talento. Si Honduras no toma la decisión impostergable de pulir, amar y pagar un alto precio por el talento, entonces, los van a seguir asando vivos en todos los estadios del mundo.
Por: César Indiano