La luz artificial está presente en el ambiente contantemente, desde las farolas hasta las pantallas de dispositivos, creando un entorno de luminosidad casi ininterrumpida.
Sin embargo, cada vez más investigaciones científicas revelan los efectos perjudiciales de esta constante exposición a la luz y los beneficios significativos que aporta la oscuridad para la salud.
Una de las contribuciones más estudiadas de la oscuridad para la salud es su papel en la producción de melatonina, una hormona que regula el ciclo de sueño. La melatonina también actúa como un potente antioxidante.
Pasar tiempo en plena oscuridad, particularmente bajo cielos despejados y estrellados, tiene efectos notables en la salud mental. Esta experiencia de “asombro” o maravilla ante la inmensidad del universo se asocia con menores niveles de estrés y un aumento de la sensación de bienestar.
Según el profesor Dacher Keltner, de la Universidad de California en Berkeley, este estado de asombro ayuda a reducir la inflamación al calmar el sistema nervioso y fomentar la liberación de oxitocina, una hormona relacionada con el bienestar emocional.
La oscuridad también se ha asociado con el fomento de la creatividad y la introspección. Espacios oscuros, como templos, teatros y cines, crean un ambiente propicio para la reflexión y la imaginación. Esta atmósfera de penumbra funciona como un “espacio liminal” en el que la mente puede desconectarse de las distracciones visuales y fluir libremente, un concepto que se aplica tanto en prácticas espirituales antiguas como en el entretenimiento moderno.