La principal razón por la cual Donald Trump ha barrido en las elecciones de los Estados Unidos es la misma por la cual Javier Milei destrozó a los kirchneristas en la Argentina y por la cual, a la vez, Nayib Bukele ha llevado casi a la extinción, a sus opositores de izquierdas agrupados en el obsoleto FMLN.
¿Cuál es esa razón? El hartazgo que los partidos progresistas de izquierda producen en todas las naciones que intentan, a su modo, superar sus traumas y cicatrizar sus heridas. No existe un sólo país en el mundo que no haya vivido mortales episodios de terror, dolor y violencia provocados por disputas económicas, religiosas y geográficas. Pero, una guerra por estas causas es preferible mil veces a “la discordia permanente” que hoy sufren todas las naciones por obra de las izquierdas fastidiosas, tanto moderadas como radicales.
Con el paso de las décadas, las utópicas doctrinas de la pobreza se fueron transformando en una lacra moral, cuya única razón de ser es el fastidio. Lejos de las formas originales, los partidos de izquierdas son hoy, en cualquier parte del mundo, agrupaciones de mala fe, desprovistas de fundamentos morales, dedicadas 100% a promover maldiciones, rencores y revanchas.
En Europa, en la Argentina, en Honduras, en la Cochinchina y en los Estados Unidos, la gente está harta de las maldiciones que se esconden detrás de las ideologías izquierdistas, la gente está harta de la revancha de clases, de los resentimientos raciales, de la igualación artificial, del lenguaje inclusivo, del feminismo tonto, de las burlas espirituales y de las contaminaciones inmorales que enfermaron el cine, la televisión y el periodismo.
La gente quiere recuperar su realidad y volver a la paz, quiere sacudirse las llagas de la envidia y el resentimiento, quiere habitar países de barro y no santuarios de espuma gobernados por dementes que intentan reemplazar a Dios. América le ha dicho a Trump “ponga orden en el continente y si tiene que cortar prepucios, córtelos”.
Por: César Indiano