Hace exactamente 2,000 años unos funcionarios del Tribunal Judío se inventaron la trampa de “consultar al pueblo” y las cosas salieron bastante mal, subieron al estrado a un divino ser inofensivo llamado Jesús y a un feroz criminal llamado Barrabás, un malhechor famoso en todas las ciudades de Asia Menor, asesino, atracador y probablemente violador. Cuando dejaron a la plebe ante la disyuntiva de decidir el destino de aquellas dos almas, ni corto ni perezoso el populacho comenzó a gritar ¡Barrabás, Barrabás, Barrabás!
Haría falta ser un Juanvendémela para dejar a criterio de la gente las cosas delicadas y cruciales de la vida. A la Hiper Democracia sólo se apela en dos circunstancias, cuando los criterios de los líderes están completamente desacreditados, o, cuando el gobierno juega a los dados con las cosas serias.
Creer que la masa – de milagro – cuenta con sabiduría para decidir lo que es justo, correcto y adecuado, es una metida de pata. En la mayoría de las veces (por no decir en todas) los populachos siempre están a un paso del desquite, de la venganza, de la chacota y de continuo, viven a un paso de las bajas pasiones.
Lo preferible, es que las naciones cuenten con un staff de políticos profesionales capaces de asumir compromisos y de aceptar retos. Un país está frito cuando los elegidos para tomar decisiones se hacen los locos y cuando los encargados de las cosas importantes se esconden atrás de las colectividades populares.
Por: César Indiano