Por: Rafael Jerez Moreno
Con la audiencia de declaración de imputado de “Papi a la Orden” debido a la acusación presentada por el Ministerio Público por los delitos de lavado de activos, malversación de caudales públicos, fraude, uso de documento falso y violación de los deberes de los funcionarios, se abre un nuevo capítulo del debate entre la política y la justicia.
Desde que surgió la acusación los dirigentes del Partido Nacional reaccionaron con la tradicional frase de “persecución política”. Por el contrario, los simpatizantes del Partido Libre reaccionaron haciendo alusión a la obtención de justicia. Cuando salió el video de “Carlón” y se dio por terminado el tratado de extradición entre Honduras y Estados Unidos, fue al revés, las autoridades de Gobierno dijeron que había un riesgo de que la extradición se usara como un “instrumento político”, mientras que dirigentes de la oposición pedían investigación y la presentación de una acusación en los tribunales de justicia. La justicia es justicia, cuando es a mi medida.
Al margen de ambas posturas habrá ciudadanos que quieren justicia para cualquiera de los dos casos, sin condicionamientos de ningún tipo. Lastimosamente, esa aspiración queda condicionada por la imparcialidad de las autoridades del Ministerio Público, cuyo nombramiento está, siempre, sujeto a negociaciones políticas en el Congreso Nacional.
Los perseguidos, en el fondo, no son ni “Tito”, ni “Carlón”, ni otro de los altos dirigentes de los partidos. La esencia de la política como una ciencia para la organización del Estado, con auténticos representantes de la ciudadanía y capacidad de gestionar las demandas sociales nos persigue como sociedad, pero no nos termina de alcanzar. Lo que sí nos alcanzó desde hace mucho tiempo, quizás desde el origen, y con lo que hemos convivido en las últimas décadas, merecida o inmerecidamente, es con la politiquería.
No todos los casos contra políticos son persecución política, y no todos los jueces y fiscales son sesgados políticamente, aunque sí los hay. El valor está en reconocer los matices, devolverle la importancia a los hechos y poner la dignidad por encima del interés. Mientras el vaivén político sigue, la vida para el hondureño también continúa, en busca de mejores condiciones de vida, mientras es perseguido diariamente por la política barata.