Con una brisa caribeña acariciando el escenario, la Selección Nacional de Honduras, comandada por el profesor Reinaldo Rueda, realizó su primera sesión de entrenamiento en Kingston, Jamaica, en vísperas del crucial encuentro ante los Reggae Boyz por un puesto en los cuartos de final de la Liga de Naciones de la Concacaf.
Antes de partir hacia la cancha, el equipo se reunió en uno de los salones del hotel para una charla táctica liderada por el estratega catracho. Las instrucciones fueron claras y precisas, delineando los objetivos del día y preparando mentalmente a los jugadores para un entrenamiento en el que cada minuto sería fundamental.
Al llegar al terreno de juego, contiguo al Estadio Nacional de Jamaica, los jugadores, con paso firme, cruzaron la pista de tartán y comenzaron a prepararse. Los botines bien atados, las mentes enfocadas y, con una energía contagiosa, iniciaron el calentamiento. El primer acto de la jornada fue un rondo, ese juego de pases rápidos y movimientos ágiles, en el que la precisión y el control son la clave. Ubicados en la zona lateral izquierda de la cancha, los catrachos mostraron versatilidad en la recuperación del balón y dinamismo en cada pase, inyectando un toque de alegría y camaradería al inicio del entreno.
El silbato del profe Rueda resonó, y de inmediato el grupo se detuvo. El siguiente momento fue sagrado: una oración conjunta, un acto de fe y concentración, entregando el trabajo del día al Todopoderoso, y renovando su compromiso con la patria y con ellos mismos.
Luego del momento espiritual, entró en acción el profesor Juan Carlos Quintero, quien tomó las riendas de la preparación física. Con voz firme, Quintero guiaba cada movimiento: «¡Flexión y extensión! ¡Eso es, vamos! Ahora rotación, primero a la izquierda, luego a la derecha». Los músculos se activaban y los jugadores respondían con disciplina, ajustando cada movimiento con la intensidad que exige la élite del fútbol.
Mientras tanto, en el otro extremo del campo, el entrenador de arqueros, Néstor Lotartaro, trabajaba a fondo con los tres guardianes del arco: Edrick Menjívar, Marlon Licona y Harold Fonseca. Con la responsabilidad del arco hondureño sobre sus hombros, el trío de porteros practicaba los reflejos, las salidas y el posicionamiento. Bajo el ojo atento de Lotartaro, cada uno afinaba los detalles para estar en su punto máximo de rendimiento.