Todas las profesiones dignifican a las personas y al país. Cada una cumple un papel en la sociedad. En mi caso, desde pequeño sabía que me decantaría por el gremio de los abogados. Mi abuelo, Rafael Jerez Alvarado obtuvo el título de abogado en 1950, mi padre, Máximo Jerez Solórzano obtuvo el título de abogado en 1981, mientras que su servidor egresó como abogado en el 2019. Los tres de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras.
Todas las carreras profesionales tienen un vínculo con la política. Prueba de ello es que, para bien o para mal, para ser diputado del Congreso Nacional no se necesita ser abogado. Para ser magistrado de la Corte Suprema de Justicia, sí. Además de que ha habido presidentes de la República que han sido abogados, todas las decisiones del Poder Ejecutivo tienen repercusiones jurídicas. Es decir, el derecho está presente en la política, pero la política también está presente en el derecho. Por eso, el Colegio de Abogados de Honduras (CAH), no está exento de las batallas políticas por el poder. Para algunos, el CAH es un botín político, una extensión de los tentáculos de su partido en diferentes espacios sociales, y puede ser un instrumento para legitimar jurídicamente decisiones políticas. Por otro lado, e idealmente, el CAH debe ser una institución que gestione los intereses y las demandas de los abogados.
En abril de 2024 el abogado Gustavo Solórzano asumió la presidencia del CAH para un período de dos años. Su candidatura fue mi primera experiencia involucrándome en política gremial. No lo hice antes porque como suele suceder en la política partidaria, en buena parte de los casos, los frentes gremiales han sido un instrumento para vivir del CAH, sin excepción. No todos los liderazgos gremiales han sido malos, pero los intereses de unos, anulan los esfuerzos de otros.
Honrar honra, y en ese sentido, puedo afirmar que Solórzano tiene el talento, la vocación democrática y la integridad para dirigir al CAH. Sin embargo, desde que asumió el cargo ha enfrentado reveses desde su propio frente gremial, y de los opositores, que en su más reciente apuesta por ganar cuotas de poder, se alió con actores del frente oficialista para tratar de controlar políticamente el CAH.
Los últimos episodios en el CAH nos permiten recordar que el oportunismo está en todos lados. La realidad es que el gremio está desprestigiado porque la toga se ha manchado por las mismas prácticas que tienen a la política deteriorada. Después de alrededor de 59 años de haberse creado, el CAH debe dar pasos concretos hacia la dignificación del gremio y ser un baluarte del Estado de derecho. No hay espacio para la politiquería, venga de donde venga.