El chileno Mario Gómez, el mayor de los 33 mineros que quedaron atrapados durante más de 60 días a 700 metros de profundidad en la mina San José en 2010 y cuyo rescate conmocionó al mundo, falleció este sábado a los 74 años.
La funeraria La Candelaria de Copiapó, ubicada en la región de Atacama (norte), informó de la muerte en sus redes sociales, aunque se desconocen las causas de la misma.
“Entregamos nuestras más sinceras condolencias a sus familiares y amigos”, dijo la compañía.
Gómez, que tenía 63 años cuando ocurrió el derrumbe, fue el noveno de los mineros en ser rescatado de las entrañas de la tierra en un rescate milagroso y faraónico, que despertó el orgullo de todo un país y fue seguido en internet por más de mil millones de personas.
El derrumbe en el viejo yacimiento de oro y cobre del norte de Chile se produjo el 5 de agosto de 2010 y los 33 mineros fueron sacados sanos y salvos, uno a uno, el 13 de octubre de ese mismo año.
Los mineros se convirtieron en héroes nacionales por su resiliencia y su trabajo en equipo y viajaron por todo el mundo contando su hazaña.
Sin embargo, la gran mayoría no pudieron volver a trabajar en la minería y sobreviven gracias a una pequeña pensión estatal vitalicia.
Gómez sufría silicosis tras años trabajando bajo suelo y en 2017 se convirtió en oxígeno-dependiente.
El accidente, del que la empresa San Esteban salió impune, marcó un punto de inflexión en los estándares de seguridad de la poderosa minería de Chile, el primer productor mundial de cobre.
Estafas, sueños y pesadillas
Mientras estuvieron atrapados en el fondo de la mina San José, los mineros recibieron todo tipo de promesas: desde pensiones vitalicias hasta viajes con sus familias a los complejos turísticos más sofisticados del planeta, pero una vez en la superficie, todas esas promesas quedaron en la nada.
No fue la única frustración que debieron vivir. Se escribieron libros y se hicieron documentales y películas de ficción con la tragedia que debieron vivir sin que recibieran nada a cambio.
“Nos ofrecieron grandes proyectos, pero esas cosas se hacen con abogados, uno solo no puede hacer nada, no tiene las facultades, y eso nos llevó a ser engañados, a quedar con las manos vacías. A diez años seguimos tratando de recuperar nuestra dignidad, nuestros derechos”, se quejó en 2020 uno de ellos, Luis Urzúa.
Los mineros cedieron sus derechos a los abogados Remberto Valdés y Fernando García, que negociaron los contratos para la realización de la película y de un libro y, finalmente, se quedaron con los derechos de la historia.
Recibidos como héroes, muchos de ellos se transformaron pronto en parias, porque ninguna otra empresa minera queso contratarlos por temor a que promovieran mayores exigencias en materia de seguridad.
“Los dueños o los gerentes de las empresas piensan que nosotros, los 33, vamos a ser una molestia, una pulga en la oreja por el tema de la seguridad, porque si no se cumplen las medidas, tenemos llegada con los medios de comunicación, con las autoridades… entonces eso nos juega en contra”, explicó al cumplirse diez años del rescate Omar Reygadas, que nunca volvió a bajar a una mina y trabaja como transportista.
Las secuelas psíquicas también los han dejado marcados para toda la vida. Luis Sepúlveda describió en una entrevista con la BBC sus sufrimientos, que son similares a los que aún hoy padecen sus compañeros.
“Despierto. Duermo poco. A veces me veo en la mina, tirado en el lugar donde estaba. Eso te pone mal. A veces me da miedo ir a acostarme, siento que no voy a despertar más”, contó.