Por: César Indiano
Su hijo – David Aguilar Paredes – recuerda a su padre como al más impecable de los hombres nacidos en Honduras. Aun a sus 92 años cumplidos, cuando el doctor Aguilar Cerrato envejecía lentamente en la paz intocable de su hacienda el Oropel, sólo salía de su casa con los zapatos bien lustrados, con el cabello impecablemente peinado y con los dientes completamente fulgurantes.
Para el doctor Enrique Aguilar Cerrato el talante de un hombre se medía por los zapatos, el cabello y los dientes. Sin embargo, quienes le conocieron y trataron de cerca a lo largo del siglo, aseguran que estos detalles de su persona, eran, apenas, rasgos menores de su fascinante personalidad.
Sin proponérselo, el doctor llenó la vacante del último prócer en Honduras. Porque consiguió – de espaldas a la fama y al elogio vano – ser médico, catedrático, diputado, escritor, investigador, lingüista, político, parlamentario, ministro y padre modelo de una de las familias más antiguas y respetables de Tegucigalpa.
El jueves pasado, mientras escuchaba el recital de música francesa realizado en su honor, logré recabar datos y detalles aún más sorprendentes acerca de su vida.
Con la voz aun temblorosa por la muerte reciente de su amado progenitor, David me contó que tras el semblante magistral que el doctor proyectó para el mundo, se escondía un refinado bohemio dotado de virtudes musicales, oratorias y literarias. No únicamente ejecutaba instrumentos, era también un consumado anfitrión y un recopilador de anécdotas memoriosas.
Como continuador de la estirpe intelectual de su padre Enrique Aguilar Paz, el doctor Aguilar Cerrato heredó una vena palpable de rastreador filológico. Esto lo pude constatar cuando me explicó con graciosa lucidez el origen de la palabra tamarindo. Del Tamar hindú, me explicó, se derivó la palabra tamarindo. El doctor falleció el 22 de julio del 2024 a punto de cumplir los 93; recuerdo sus pupilas grises reposando en el horizonte oscuro de la patria que amó.
Y el jueves, mientras escuchaba el hermoso recital de su reciente homenaje pude, por fin, comprender los versos dolorosos de Edith Piaf : “a lo largo de las claras bahías, de una canción de amor, el mar sacudió mi corazón de por vida” y, probablemente, el mar del doctor Aguilar Cerrato fue el amor profundo que a lo largo del tiempo sintió por Honduras.