El reloj marcaba las siete de la noche del 9 de agosto. La luz del sol empezaba a desvanecerse en el horizonte cuando Margarita Novela Galindo, de 59 años, se preparaba para una escapada de fin de semana junto a su esposo, Florencio Galindo. La pareja, que había compartido décadas de amor, se dirigía a un merecido descanso cuando la tragedia los sorprendió en la autopista 210, cerca de Sylmar, California.
Lo que comenzó como un viaje rutinario terminó en un destino impensable. Una sombra, un hombre decidido a acabar con su vida, “cayó del cielo”. En un instante, la vida de Margarita y su familia cambió para siempre.
Florencio, el esposo de Margarita, estaba al volante cuando todo sucedió. En un abrir y cerrar de ojos, un hombre saltó desde el puente de la calle Roxford, aterrizando violentamente sobre el coche.
El impacto fue devastador. El cuerpo del hombre rompió el parabrisas, aterrizando directamente sobre Margarita, que estaba sentada en el asiento del pasajero. Sin embargo, Florencio, que salió ileso, se encontró de inmediato en una pesadilla que ni él mismo podía comprender. Su primera reacción fue detener el vehículo en el arcén y, con el corazón desbocado, tratar de auxiliar a su esposa, atrapada bajo el peso del hombre que había decidido poner fin a su vida.
La escena era caótica, el miedo se apoderó de él, pero logró mantener la calma suficiente para tomar el teléfono y llamar a su hijo, David Galindo. “Algo cayó sobre el auto, no puedo abrir la puerta, pero ya vienen las ambulancias”, le dijo con voz temblorosa, consciente de que la vida de su esposa pendía de un hilo. Margarita fue trasladada rápidamente al hospital, donde ingresó en estado crítico.
Los días que siguieron fueron un calvario de incertidumbre para la familia Galindo, quienes permanecieron junto a su madre y abuela en la Unidad de Cuidados Intensivos, con la esperanza de un milagro que nunca llegó.
La familia Galindo había planeado un simple viaje de fin de semana, pero el destino les tenía reservada una tragedia inimaginable. Desde el momento en que Margarita fue ingresada al hospital, su estado se mantuvo crítico. Durante casi tres semanas, la familia se aferró a la esperanza de su recuperación, a pesar de las advertencias de los médicos.
Finalmente, el 28 de agosto, los doctores les dieron la noticia que tanto temían: Margarita no se recuperaría. Esa misma noche, falleció, rodeada de sus seres queridos, dejando un vacío imposible de llenar.
Su hijo David describió a su madre como “una persona amorosa y cariñosa”, alguien cuya bondad y dedicación a su familia no conocían límites. Su hija Stephanie, aún conmocionada por la brutalidad de los hechos, se cuestionaba cómo pequeños detalles podrían haber cambiado el curso de esa fatídica noche: “Si hubiéramos parado a cargar gasolina, o a comprar agua, probablemente esto no habría pasado”, dijo a KABC, reflexionando sobre los “qué pasaría si” que ahora los atormentan.
A pesar de la tragedia, Florencio se mostró notablemente sereno al hablar del hombre que causó el accidente. En una muestra de compasión poco común, expresó que no albergaba ningún resentimiento hacia el suicida. “No sé qué problemas tenía para llegar a hacer algo así, pero no guardo rencor”, dijo, un sentimiento que también compartió su hija Stephanie.
Los días posteriores a la muerte de Margarita fueron un torbellino de emociones para la familia Galindo. Amigos y familiares se reunieron en la casa de la pareja para un servicio de oración en honor a la memoria de Margarita.
Mientras tanto, se organizó una campaña en GoFundMe para cubrir los gastos del funeral. La página, creada por sus hijos, reflejaba el profundo dolor y la injusticia que sentían: “Es increíblemente injusto que su vida haya sido arrebatada porque alguien más no quería la suya”, escribió David en la página de recaudación.
Hoy, la familia lucha por llenar el vacío que dejó Margarita. Florencio, quien había compartido tantos años con el amor de su vida, ahora enfrenta la realidad de una vida sin ella. “Se va de viaje y nunca regresa”, dijo Stephanie con una tristeza que las palabras apenas pueden capturar. Las palabras de David, por su parte, reflejaban la desolación de una familia que aún no encuentra cómo seguir adelante: “Ella ya no está aquí. ¿Cómo llenamos ese vacío?”, dijo a KABC