La icónica frase de Carlos Zelaya en el video que publicó Insight Crime sobre su participación en una reunión con narcotraficantes para negociar financiamiento de la campaña política de 2013 es, más que una expresión que lo implica a él en la cadena de financiamiento ilícito, y probablemente a Manuel Zelaya Rosales también, un reflejo de la política hondureña.
Por un lado, el episodio evidencia, nuevamente, que la corrupción y el narcotráfico penetraron todos los colores políticos, y todos los niveles del poder. También devela que el nepotismo es un mal para las instituciones públicas. La presidenta de la República y sus ministros no tuvieron empacho en leer el listado de presuntos investigados por corrupción y narcotráfico nacionalistas y liberales, pero no se atrevieron a mencionar a Carlos Zelaya, su cuñado y todavía secretario del Congreso Nacional. El conflicto de interés es lo que hace que el reproche no sea directo y contundente.
La mitad para el comandante. Porque cuando negocian cuotas de poder en las instituciones públicas es la mitad para un partido, y la mitad para otro. A veces un tercio, un cuarto, dependiendo del tamaño de la institución y de cuántos votos sacó el partido. En esto no hay santos de un lado ni demonios del otro. Todos los partidos se «van en la chalana». Ahora que el Gobierno no quiere la extradición, ¿quién va a investigar a Carlos Zelaya? ¿El fiscal que él juramentó? Y a los mencionados de los otros partidos, ¿no le va a pasar «el fax» el fiscal adjunto a sus correligionarios del Partido Liberal, y el director de fiscales a sus patrocinadores políticos del Partido Nacional?
No olvidemos que todo el revuelo se produce porque el video salió a la luz. Seguramente hay muchas reuniones que no fueron grabadas, y muchas otras mitades repartidas, mientras los funcionarios salen a defender su «chamba» a cambio de su integridad, parecido a cuando otros gritaron «cuatro años más». «La mitad para el comandante, el resto nos lo repartimos entre nosotros», y nada para el país.