María Branyas Morera, quien a sus 117 años era la persona más longeva del mundo hasta su reciente fallecimiento, dejó un legado que va más allá de su edad. Indudablemente, sus genes fueron parte de este récord.
Su hija, Rosa Moret, de 78 años, señaló en una entrevista que la mujer nunca tuvo que ser hospitalizada ni sufrió fracturas, lo que llevó a los médicos a concluir que su genética, combinada con un estilo de vida equilibrado, jugó un papel crucial en su longevidad.
Ahora bien, según relató María Branyas Morera, hubo una serie de hábitos que llevó adelante. Entre las recomendaciones que compartió en algunas entrevistas, dos destacan por su simplicidad y profundidad: rodearse de un entorno feliz y buscar momentos de relajación para meditar.
En un mundo donde cada vez más personas alcanzan edades avanzadas, las palabras de Branyas resuenan con mayor fuerza: para 2030, una de cada seis personas en el mundo tendrá 60 años o más, según proyecciones globales. Este crecimiento en la población mayor subraya la importancia de adoptar hábitos que promuevan la salud y el bienestar en la vejez.
La socialización: un pilar para la longevidad
Uno de los pilares que Branyas enfatizó fue la importancia de rodearse de personas que generen un entorno positivo.