El líder bielorruso, Alexandr Lukashenko cumplió hoy 30 años en el poder gracias al apoyo político, económico y militar del Kremlin, que ha convertido a la antigua república soviética en su protectorado particular al implicarle directamente en la guerra en Ucrania y en su antagonismo nuclear con la OTAN.
“Lukashenko no dirige Bielorrusia, sólo administra su territorio. Todas las decisiones se toman en el Kremlin”, comentó el exiliado opositor Pável Latushko, exministro de Cultura.
De hecho, el presidente ruso, Vladímir Putin, felicitó el sábado a su fiel aliado con un telegrama en el que destacó su enorme contribución a las relaciones de amistad y a la creación de la Unión Estatal con Rusia, un mecanismo de integración que allana el camino para la cesión de soberanía a su vecino del norte.
El granjero estalinista
Lukashenko dirige su país como si se tratara de la granja estatal (sovjoz) que encabezó durante siete años antes de tomar el poder el 20 de julio de 1994. Y a sus 69 años ya es el mandatario europeo que lleva más años en el cargo.
Con la lucha contra la corrupción como bandera, Lukashenko ganó las elecciones e instauró un sistema en el que el KGB -única exrepública soviética donde la policía secreta conserva su nombre- reprime con violencia cualquier atisbo de disidencia.
“Llegó en medio de profundos problemas sociales. Los bielorrusos aceptaron a un populista que prometió soluciones y apostaba por la alianza con Rusia”, explica el opositor.
Desde entonces, se ha ganado a pulso el apelativo de ‘último dictador de Europa’, no en vano el suyo es el único país del continente en el que aún se aplica la pena de muerte.
Lukashenko estuvo a un tris de ser derrocado en las multitudinarias protestas contra el fraude electoral de 2020, pero resistió gracias a la inestimable ayuda de Putin y ahora, pese a no ser reconocido por Occidente, tiene previsto presentarse de nuevo a la reelección en 2025.
“Ni los americanos, ni los polacos ni los europeos. Nos importa un bledo su opinión, aunque estamos dispuestos a atenderla. Nosotros trabajamos para el pueblo”, dijo la víspera electoral.
A los pies de Putin
La oposición en el exilio mantiene que el régimen se sostiene sobre tres pilares: Putin, el miedo y la dependencia de los bielorrusos del Estado paternalista y su economía cuasi planificada, alimentada por los subsidiados hidrocarburos rusos.
“Lukashenko dirige algo parecido a la república socialista soviética de Bielorrusia. Como en tiempos de la URSS, todo se acuerda con Moscú. La política exterior y de defensa depende absolutamente del Kremlin”, subraya Latushko.
Como señal de agradecimiento a Putin, Lukashenko permitió que las tropas rusas utilizaran en febrero de 2022 territorio bielorruso como plataforma para adentrarse en Ucrania, lo que le convirtió en cómplice de la campaña militar y enemigo de Kiev.
Seguidamente, con la excusa de la amenaza de la OTAN, Moscú desplegó armas nucleares tácticas como instrumento de disuasión y Putin equiparó una posible agresión a Bielorrusia con un ataque a Rusia.
El opositor mantiene que China se ha entrometido últimamente en la luna de miel entre Moscú y Kiev, y que los recientes impactos de drones Shahed en Bielorrusia son una salva de advertencia para que Lukashenko no se entregue a los brazos de Pekín.
Con todo, según la oposición, mientras el 97 % de los bielorrusos se opone a la integración con Rusia, más del 80 % es contrario a la participación de su ejército en la contienda.
“Ese peligro no existe. El pueblo bielorruso no aceptará la participación en la agresión rusa a Ucrania”, señala convencido Latushko.
Bielorrusia, un Estado totalitario
La oposición denuncia que Lukashenko ha creado durante estos 30 años “un sistema totalitario” que ha encarcelado a decenas de miles de personas; empujado al exilio a más de medio millón; cerrado todos los medios independientes y liquidado los once partidos políticos legales y unas 1.660 ONGs.
Según Viasná (Primavera), en las cárceles bielorrusas se encuentran unos 1.400 presos políticos, incluido el premio Nobel de la Paz de 2022, Ales Bialiatski, fundador de dicha organización de derechos humanos. En los últimos dos años al menos seis activistas han muerto entre rejas.
De hecho, Latushko desveló que la Fiscalía de Polonia, donde está exiliado, ha abierto una investigación por los intentos de asesinato por parte de un servicio secreto extranjero contra su persona.
“Observamos una activación de los actos subversivos por parte de rusos y bielorrusos”, resalta.
Sea como sea, aún hay esperanza, ya que -según destaca- una encuesta independiente estima en un 65 % los bielorrusos que apoyan la democracia en el último baluarte estalinista de Europa.