Durante las conversaciones reservadas que mantuvo con sus colegas en el cónclave mundial, el presidente de los Estados Unidos deslizó su preocupación por las intrincadas diferencias que postergan una tregua necesaria para liberar a los rehenes y multiplicar la ayuda humanitaria.
Durante la cumbre del G7, Joe Biden mantuvo reuniones con Georgia Meloni, Emmanuel Macron y el Papa Francisco, y en las tres ocasiones enfrentó la misma pregunta: ¿cómo está la negociación para lograr un cese del fuego entre Israel y el grupo terrorista Hamas?, le consultaron los jefes de Estado de Italia, Francia y El Vaticano.
El líder demócrata no se sorprendió por la inquietud de sus colegas que participaban del G7. Y en todos los casos, Biden repitió la misma respuesta que ya había dado a los periodistas acreditados en la cumbre mundial.
“No he perdido la esperanza, pero va a ser difícil”, dijo.
El 31 de mayo, en la Casa Blanca, Biden anunció su plan de tres etapas para concluir el conflicto en Gaza que se inició tras el ataque terrorista de Hamas a Israel. “Es hora de que esta guerra termine, de que comience el día después”, sostuvo Biden.
A partir de ese momento, Estados Unidos desplegó una profunda ofensiva diplomática que logró el apoyo del Consejo de Seguridad de la ONU -con la excepción de Rusia-, el G7, y una mayoría de países de América Latina, Europa, África y Medio Oriente.
Mientras tanto, Antony Blinken -secretario de Estado-, William Burns -director de la CIA- y Brett McGurk- asesor para Oriente Medio de la Casa Blanca- viajaban a Israel, Jordania, Qatar y Egipto para acercar posiciones entre el premier israelí Benjamín Netanyahu y el jefe terrorista Yahya Sinwar.
Burns y McGurk regresaron a Washington sin resultados. Y Blinken voló de Doha al G7 contrariado por los resultados, tras su octavo viaje a Medio Oriente desde el ataque sucedido el 7 de octubre de 2023.
Israel pretende la libertad de todos los rehenes judíos y operar en Gaza hasta exterminar a Hamas, mientras que la organización terrorista financiada por Irán exige que las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) se retiren de la Franja y concedan el fin del conflicto bélico.
La respuesta del Estado israelí y la réplica de Hamas aún no fueron posible de armonizar por todos los negociadores que intervienen en Estados Unidos, Europa y Medio Oriente. Netanyahu y Sinwar exhiben posiciones irreductibles, y poco pudieron hacer hasta ahora la Casa Blanca y el Emirato de Qatar que ejercen una importante influencia en Jerusalén y Gaza.
Biden reconoció en el G7 que todavía no logró convencer a Netanyahu sobre la conveniencia de avanzar con una tregua de seis semanas para lograr que Hamas libere a los secuestrados, un reclamo de la sociedad israelí que erosiona -todos los días- el poder institucional del premier conservador.
La tensión política entre el Presidente de los Estados Unidos y Netanyahu ya es difícil de ocultar, y todo se podría complicar si finalmente el primer ministro llega a DC para pronunciar un discurso en el Capitolio. La cita política está prevista para el 24 de julio, y la Casa Blanca teme que esa presentación convierta la iniciativa de cese del fuego en papel picado.
Al otro lado de la línea de combate Qatar y Egipto tampoco tuvieron éxito en sus negociaciones con Hamas. El emir Tamim bin Hamad Al Thani y el presidente Abdulfatah al Sisi dialogaron con los jefes de Hamas y transmitieron la información a Biden y Blinken. Pero nada se movió en los últimos días.
El presidente de los Estados Unidos se encuentra en una encrucijada geopolítica. Su propuesta de cese del fuego es resistida por Netanyahu y Sinwar, mientras Hezbollah -un grupo terrorista financiado por Irán- multiplica sus ataques desde El Líbano contra Israel.
Esta situación regional asoma como un indicio que Estados Unidos y Europa siempre intentaron evitar: que la guerra en Gaza incendie Medio Oriente.
La ofensiva de Hezbollah desde El Líbano es profunda y masiva. Y la réplica de Israel sucede al sur de Gaza, adonde se combate casa por casa. Rafah es la última fortaleza de Hamas, y las tropas israelíes avanzan para cumplir con su objetivo central, que es exterminar a la organización terrorista liderada por Sinwar.
El Líbano está ocupado por Hezbollah, y sus autoridades formales temen que Israel intente obturar ese segundo frente con un movimiento bélico que ya hizo en el pasado: cruzar la frontera y marchar hacia Beirut.
El general Joseph Aoun, comandante de las Fuerzas Armadas Libanesas, se entrevistó con el secretario de Defensa, Lloyd Austin, durante una visita relámpago a Washington. Cuando terminó el cónclave, Austin llamó por teléfono a Yoav Gallant, ministro de Defensa de Israel, para discutir una hoja de ruta que permita bajar las tensiones entre Jerusalem y Beirut.
La conversación telefónica sirvió de poco. El general Aoun no controla a Hezbollah, y Gallant sólo recibe órdenes de Netanyahu, que mantiene la ofensiva en Rafah. Se trata de un juego de espejos: a cada ataque en Gaza, se lanza una ola de drones y misiles desde El Líbano.
Biden ya regresó a DC desde Brindisi (Italia). No pierde la esperanza de lograr un cese del fuego, pero la negociación no avanza como calculaba. Medio Oriente es una ecuación geopolítica que nunca fue descifrada.