Rafael Solís Cerda afirma que “inexorablemente se va llegar a la lucha armada” para salir de la dictadura que Daniel Ortega instaló en Nicaragua desde hace 17 años. “Lo conozco bien”, argumenta sobre Ortega, de quien fue padrino de bodas, uno de sus amigos más cercanos y compañero de la vieja guerrilla sandinista en los años 70.
En una larga entrevista al nicaragüense diario La Prensa, Solís explicó su polémico punto de vista. “Tampoco digo que va a ser una gran guerra. Si no se necesita volver a la época de las guerrillas largas de varios años, pero sí se necesita que haya gente en las calles con un respaldo mínimo, aunque sea militar, de armas, municiones y recursos económicos”, señala.
Dice que la actividad armada contra la dictadura de Ortega podría “debilitar al Ejército o la Policía” y crear divisiones entre ellos. “O llegar a situaciones en las que en alguna ciudad pequeña se logre tomar el poder de la alcaldía y ya con eso establecés una cabeza de playa y pedir ayuda internacional”, añade.
Solís fue magistrado de la Corte Suprema de Justicia de Nicaragua durante 19 años y al mismo tiempo se desempeñaba como representante político del partido de gobierno, Frente Sandinista, en el sistema judicial y contacto personal de Daniel Ortega y su esposa, Rosario Murillo.
Renunció el 8 de enero de 2019 a través de una carta pública en la que denunció como “un estado de terror” la represión que desató Daniel Ortega en contra de las protestas ciudadanas que estallaron en 2018 pidiendo su salida del poder.
Las recientes declaraciones de Solís se producen luego de cinco años de exilio en las que mantuvo relativo silencio y, solo pocos días después de que el régimen de Daniel Ortega confiscara todas sus propiedades y las de algunos familiares cercanos, incluyendo la vivienda de su madre, Rafaela Cerda, de 93 años.
“Yo había dejado de dar declaraciones por tres años por toda mi familia que está allá. Salvo mi mamá que no quiere salir, y su pasaporte quedó en la casa que le quitaron. No creo que a los 93 años hagan la barbaridad de llevarla a una cárcel. Eso no quiere decir que no consideren hacer operativos militares contra algunas personas”, dijo.
Sin embargo, poco después que Solís hiciera estas declaraciones en varios medios locales, la policía nicaragüense inició un nuevo asedio contra la nonagenaria madre del exmagistrado.
Solís confirmó que las viviendas de su madre, Rafaela Cerda, y la de su hijo Rafael Ernesto Solís, fueron rodeadas por varias patrullas la Policía de la dictadura Ortega Murillo como represalia a sus declaraciones.
Desde finales de enero 2024 a la fecha, el régimen nicaragüense ha confiscado al menos seis propiedades de Solís o de sus familiares. El 27 de febrero pasado, patrullas de la Policía nicaragüense se presentaron a la vivienda de la madre de Solís, Rafaela Cerda, de 93 años, a quien obligaron salir del inmueble “solo con la ropa que andaba puesta”.
“Es bien doloroso, la sacaron de su casa sin dejarla sacar nada, ni siquiera un pasaporte, ni un rosario que ella había logrado que el Papa se lo bendijera. Ahora mi mamá vive en una casa alquilada”, declaró Solís.
Rafael Solís Cerda, 70 años, fue el primer embajador que la guerrilla sandinista envió a Estados Unidos cuando tomó el poder en Nicaragua, en julio de 1979. Llegó aún con ropa militar y compró apresuradamente un juego de vestimentas civiles para presentarse ante el entonces presidente estadounidense Jimmy Carter.
Solís proviene de una familia adinerada y religiosa. Estudió en el Colegio Centroamérica y en la Universidad Centroamericana (UCA), ambos manejados por la Compañía de Jesús. Se involucró en la lucha contra el régimen de Anastasio Somoza, en la década de los 70, primero a través del movimiento cristiano estudiantil y luego en la guerrilla sandinista.
En 1997 conoció a Daniel Ortega en Costa Rica y desde entonces fue un personaje cercano a él y a las jugadas políticas en las que participaba.
Tras el triunfo revolucionario permaneció un año como embajador en Estados Unidos, y luego se integró al Ejército Popular Sandinista (EPS), quien lo designó su delegado en el recién formado Consejo de Estado, una especie de parlamento revolucionario.
Después de la derrota electoral del Frente Sandinista, en 1990, Solís desapareció de la política e intentó convertirse en empresario de la pesca en la Costa Atlántica del país, pero sorpresivamente reapareció en 1996 como candidato a diputado suplente del entonces Movimiento Renovador Sandinista (MRS), el grupo disidente del Frente Sandinista, que se oponía a la forma en que Daniel Ortega conducía el partido en la oposición.
Sin embargo, camaradas de Solís aseguran que nunca se distanció de Daniel Ortega. “La prueba es que Ortega lo coloca como magistrado de la Corte Suprema de Justicia en 1999, cuando Ortega y Arnoldo Alemán se repartieron los poderes de Nicaragua”, explica una fuente que pide anonimato.
“Vengo a defender los intereses del Frente Sandinista”, dijo públicamente Rafael Solís al asumir su silla como magistrado, una controversial frase para un juez que lo persiguió en todo su desempeño.
“Yo recuerdo a Payo (Rafael Solís) en el exilio en Costa Rica. Y lo recuerdo en el Frente Interno en Managua. Era un compañero dedicado y valiente, pero siempre tuvo ese rasgo -un rasgo que por supuesto lo puso donde está- de ser obediente, de hacer lo que le decían, no importaba cuál fuera su propio criterio.
Si en una situación militar esto puede haber sido un requisito, en estos tiempos esa cualidad tendría que haberlo eliminado como candidato a la Corte Suprema, ya no digamos como miembro de esta”, señaló la escritora nicaragüense Gioconda Belli, en un artículo publicado en 2007.
En septiembre de 2006, cuando Daniel Ortega necesitó aparecer casado por la iglesia católica con miras a las elecciones de ese año en las que se presentaba por quinta ocasión como candidato presidencial del Frente Sandinista, Solís figuró como testigo de una dudosa ceremonia que se habría producido en 1978, cuando Ortega y Rosario Murillo, según su versión, se habrían casado en Costa Rica bajo los oficios de un sacerdote guerrillero.
Daniel Ortega venía de perder tres elecciones seguidas y las advertencias del poderoso arzobispo de Managua, cardenal Miguel Obando, habrían sido decisivas en sus derrotas. A la víspera, Obando pidió a los votantes que evaluaran la calidad de los candidatos observando si estaban casados o no según los ritos de la iglesia católica.
A pesar de que años antes Rosario Murillo había reconocido que nunca se casó con Daniel Ortega, luego de la advertencia de Obando comenzó a correr la versión del casamiento guerrillero, del que solo Rafael Solís quedaba como testigo vivo. Ortega y Murillo “renovaron” votos matrimoniales ante el propio arzobispo de Managua y con Solís como padrino de bodas.
Ese año Daniel Ortega ganó las elecciones que se celebraron en noviembre de 2006, y que lo llevarían al poder que mantiene hasta hoy, 17 años después.
Rafael Solís participó en todas las jugadas fuertes del sandinismo, siempre tras Daniel Ortega. Fue uno de los redactores de la actual Constitución Política, en 1987; asistió a Ortega en la acusación por violación y abuso sexual que le hizo Zoilamérica Narváez, en 1998; fue uno de los negociadores del pacto con el liberal Arnoldo Alemán; y, en octubre de 2009, fue el principal artífice de una sentencia de la Corte Suprema con la que Ortega logró reelegirse pese a la prohibición constitucional que existía.
“No pensé que eso llevaría a la nación a esto. Nunca lo imaginé”, lamentó Solís, dos días después de su renuncia en una entrevista con el diario estadounidense The New York Times.
La Comisión Permanente de Derechos Humanos (CPDH), un organismo nicaragüense en el exilio fustigó en un comunicado las fuertes declaraciones de Rafael Solís sobre la necesidad de la lucha armada para derrocar a Daniel ortega.
“La irracional declaración de Rafael Solís nos trae el recuerdo de la industria de la guerra promovida por quienes hacen negocio con la libertad y la sangra”, expresó. “Estos señores que promueven la guerra no arriesgan sus vidas, pero sí llenan sus bolsillos como ocurrió en los años 80 con los generales, comandantes y dirigentes que hoy son “empresarios” enriquecidos” con el luto de la juventud”.
Otros líderes opositores nicaragüenses también salieron al paso a la propuesta de Solís.
Félix Maradiaga considera que “una verdadera democracia no se construye con balas, sino con una nueva cultura política enfocada en el fortalecimiento de instituciones que representen y protejan a todos los ciudadanos”.
Otro líder opositor, Yubrank Suazo, exreo político, dijo en su cuanta de X que los jóvenes creen “en la lucha cívica y pacífica. Creemos y queremos una patria en paz y libertad para vivir
“Contradictoriamente que hoy incitan, o llaman, evocan a una lucha armada fueron lo primeros que al ruido los caites (sandalias indígenas) salieron en el 2018″, añade.
“Ortega estaría encantado que se dé una opción militar porque tiene las armas y acoplaría con tantos argumentos. Si siendo pacíficos ha disparado contra manifestantes, que más podrá hacer con personas armadas. Nosotros somos un organismo cívico y pacífico que creemos en la no violencia porque la violencia genera más violencia”, apuntó por su parte el opositor Juan Sebastián Chamorro.
Cuando a Rafael Solís se le preguntó si estaría dispuesto a tomar personalmente las armas, su repuesta fue afirmativa. “Aún con mi edad y lo digo sin vanagloriarme. Claro que tienen que haber las condiciones para que eso se dé. Si requiere mi presencia, yo voy y entro clandestino. Si me la jugué once meses clandestino teniendo 21 años, ahora que tengo 70 y voy de salida, pues que pase lo que pase. Tenemos que dar el ejemplo”, expresó.