El Santo Padre invita a visitar a los abuelos y a los mayores de nuestras familias que están desanimados o que ya no esperan que un futuro distinto sea posible. En su mensaje para la IV Jornada Mundial de los Abuelos y Ancianos 2024, que tendrá lugar en todas las diócesis del mundo el próximo 28 de julio, el Papa Francisco pide, a la actitud egoísta que lleva al descarte y a la soledad, “contraponer el corazón abierto y el rostro alegre de quien tiene la valentía de decir ‘¡No te abandonaré!’ y de emprender un camino diferente”.
La recomendación del Pontífice está en consonancia con el lema de la Jornada (“En la vejez no me abandones”), inspirado en el salmo 71. En efecto, el Obispo de Roma explica que “Dios nunca abandona a sus hijos”, «ni siquiera cuando la edad avanza y las fuerzas flaquean, cuando aparecen las canas y el estatus social decae, cuando la vida se vuelve menos productiva y corre el peligro de parecernos inútil».
La soledad, amarga compañera de la vida
Francisco plantea que «la Sagrada Escritura, en su conjunto, es una narración del amor fiel del Señor, del que emerge una certeza consoladora». «Dios sigue mostrándonos su misericordia, siempre, en cada etapa de la vida, y en cualquier condición en la que nos encontremos, incluso en nuestras traiciones», añade.
Francisco subraya que en la Biblia «hallamos la certeza de la cercanía de Dios en cada etapa de la vida y, al mismo tiempo, encontramos el miedo al abandono, particularmente en la vejez y en el momento del dolor.
No se trata de una contradicción. Mirando a nuestro alrededor no nos resulta difícil comprobar cómo esas expresiones reflejan una realidad más que evidente». Con mucha frecuencia, lamenta el Santo Padre, «la soledad es la amarga compañera de la vida de los que como nosotros son mayores y abuelos».
En esa línea, comentó, como ya lo había hecho en otras oportunidades en su Pontificado, que, siendo arzobispo de Buenos Aires, muchas veces visitó residencias de ancianos. «Me di cuenta de las pocas visitas que recibían esas personas; algunos no veían a sus seres queridos desde hacía muchos meses», escribe.
El Papa se refiere a las múltiples causas de la soledad que viven muchas personas mayores: por ejemplo, en diversos países, «sobre todo en los más pobres, los ancianos están solos porque sus hijos se han visto obligados a emigrar».
Francisco también amplía su mirada a las numerosas situaciones de conflicto: «Cuántos ancianos se quedan solos porque los hombres -jóvenes y adultos- han sido llamados a combatir y las mujeres, sobre todo las madres con niños pequeños, dejan el país para dar seguridad a los hijos».