Salvador Illa (La Roca del Vallès, 1966), como vaticinaban las encuestas, llevó ayer al PSC a ganar las elecciones de largo, con 42 escaños, nueve más que en 2021. Sin embargo, deberá explotar su capacidad negociadora –tanto el Gobierno como el PSOE la destacan– para poder ser presidente del Govern, pues necesita del apoyo de ERC y Comuns. Lo intentará por segunda vez consecutiva, con el objetivo de superar el procés mediante el diálogo y la gestión. Ahora ya no le vale con ganar, quiere gobernar.
Y es que Illa es una rara avis de la política. Es filósofo de formación, organizado, serio y tranquilo, sin embargo, su currículum es abultado, variado e intenso. Así lo certifica su experiencia en la Administración pública: fue concejal y también alcalde de la Roca del Vallés, director general de Infraestructuras de la Generalitat, director de varios departamentos del Ayuntamiento de Barcelona, ministro de Sanidad del Gobierno y ahora aspira a ser presidente de la Generalitat de Cataluña. Lo intentará por segunda vez consecutiva.
Logró ser el candidato más votado en las elecciones del 14 de febrero de hace cuatro años, aunque empatando a 33 escaños con Pere Aragonès. Sumó 16 diputados al PSC respecto a 2017 que, en todo caso, no fueron suficientes para evitar que ERC formase gobierno con Junts, apoyados por la CUP. Pero esa subida le empujó a volver a intentarlo en estas elecciones de 2024 en las que ha logrado por primera vez para el PSC ganar unas elecciones catalanas tanto en votos como en escaños.
A la política catalana llegó a través del llamado ‘efecto Illa’, después de haber conseguido mucha popularidad como ministro de Sanidad del Gobierno durante la pandemia. Su objetivo ya era el actual: pasar página del procès a través del diálogo y con un marcado perfil gestor. Pero, al menos, esos cuatro años como líder de la oposición le han servido para armar su leitmotiv en la actual campaña: un Gobierno liderado por partidos independentistas no funciona y hay que cambiarlo.
Ahora lo complicado viene después de las urnas, a la hora de pactar, ya que si quiere gobernar tendrá que hablar con partidos independentistas no solo con la mirada puesta en Cataluña, también en el Congreso de los Diputados, donde el Gobierno tiene tres años de legislatura por delante y muchas leyes por aprobar en las que necesita del apoyo de Junts y ERC.
Pero si hay una cosa que tanto el Gobierno como el PSOE destacan de Illa es su capacidad de diálogo y negociación. Algo tiene que ver que haya sido secretario de Organización del PSC, es decir, el solucionador de problemas del partido. Ahora, confían en que también los solucione al frente de la Generalitat.
Filósofo de formación, tranquilo y organizado
En el caso de Salvador Illa, las apariencias no engañan. Parece tranquilo y organizado y todos a su alrededor dicen que lo es. Illa, casado y con dos hijas, estudió Filosofía en la Universidad de Barcelona y, con 21 años, fue elegido concejal de Cultura de su pueblo. Cuando aún no había cumplido 30 ya era alcalde tras haberse afiliado al PSC. En la Roca del Vallés estuvo diez años, tras los que dio el salto a la Generalitat como director de Gestión de Infraestructuras del Departamento de Justicia. También ocupó varios puestos en el Ayuntamiento de Barcelona.
A la secretaría de Organización del PSC llegó en 2017, en un momento clave tras la declaración unilateral de independencia del 1 de Octubre. Entonces se convirtió en una de las voces clave para los socialistas, también por su carácter negociador, lo que demostró, por ejemplo, logrando la abstención de ERC en la investidura de Pedro Sánchez de 2020.