Un informe de la Organización de Naciones Unidas publicado el lunes halló indicios de que se cometieron actos de violencia sexual en varios lugares durante el ataque a Israel del 7 de octubre dirigido por Hamás y afirmó que algunos rehenes retenidos en la Franja de Gaza también habían sido sujetos a violación y tortura sexual.
Desde finales de enero hasta principios de febrero, las Naciones Unidas desplegaron en Israel y Cisjordania un equipo de expertos dirigido por Pramila Patten, representante especial del secretario general sobre la violencia sexual en los conflictos.
En su informe, los expertos afirmaron haber hallado “motivos razonables” para creer que se produjeron actos de violencia sexual durante la incursión dirigida por Hamás en Israel, incluidas violaciones y violaciones colectivas en al menos tres lugares: el recinto del festival de música Nova y la zona que lo rodea, así como la carretera 232 y el kibutz Reim.
“En la mayoría de estos incidentes, las víctimas sometidas primero a violación fueron luego asesinadas, y al menos dos incidentes se refieren a la violación de cadáveres de mujeres”, dice el informe.
El informe de la ONU, que también mencionaba acusaciones de que palestinos detenidos por Israel también habían sufrido abusos sexuales, se publicó tres meses después de que The New York Times publicara un extenso informe sobre la violencia sexual durante el ataque dirigido por Hamás, que incluía varios incidentes en la carretera 232. Los dirigentes de Hamás negaron las acusaciones, y el informe de la ONU, señalando la variedad de combatientes que participaron en el ataque del 7 de octubre, afirmó que sus expertos no podían determinar quién era responsable de las agresiones sexuales.
En su informe, los expertos de la ONU citaron indicios de violencia sexual de los que hasta entonces no se había informado ampliamente, incluida la violación de una mujer en el exterior de un refugio antiaéreo a la entrada del kibutz Reim. Ese incidente fue corroborado por testimonios de testigos y material digital, según el informe.
Los expertos dijeron que también habían encontrado “un patrón de víctimas, en su mayoría mujeres, encontradas total o parcialmente desnudas, atadas y con disparos en múltiples ubicaciones”. Aunque las pruebas eran circunstanciales, dijeron, el patrón podría indicar alguna forma de violencia sexual y tortura.
En cuanto a los rehenes capturados en Israel y trasladados a Gaza, el informe ofrecía una conclusión más determinante.
Dijo que había encontrado “información clara y convincente”, basada en relatos de primera mano de rehenes liberados, de que se había infligido violencia sexual, incluidas violaciones, tortura sexualizada y tratos crueles, inhumanos y degradantes, contra algunas mujeres y menores de edad durante su tiempo en cautividad. También afirmó que había motivos razonables para creer que se estaban cometiendo tales abusos contra los rehenes que seguían retenidos.
Israel acogió con beneplácito el informe por reconocer “que los crímenes se cometieron simultáneamente en distintos lugares y apuntan a un patrón de violaciones, torturas y abusos sexuales”, declaró un portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores.
El informe de la ONU afirmaba que sus expertos no habían podido verificar los informes de violencia sexual en el kibutz Kfar Aza ni en el kibutz Beeri. Pero en ambos lugares, dijo, la información circunstancial —“especialmente el patrón recurrente de víctimas femeninas encontradas desvestidas, atadas y tiroteadas”, en Kfar Aza, por ejemplo— indicaba que podía haberse producido violencia sexual, incluida “posible tortura sexualizada”.
Sin embargo, afirmó que dos acusaciones concretas de violencia sexual en el kibutz Beeri, ampliamente difundidas por los medios de comunicación, eran “infundadas”.
Los socorristas que llegaron primero dijeron al Times que habían encontrado cadáveres de mujeres con signos de agresión sexual en esos dos kibutz, pero el Times, en su artículo, no se refirió a las acusaciones concretas que la ONU dijo que eran infundadas.
El informe de la ONU detallaba las enormes dificultades para determinar lo ocurrido el día del ataque.
Para empezar, fue casi imposible acceder al tipo de pruebas forenses que suelen utilizarse para determinar una agresión sexual. En parte, esto se debió al gran número de bajas y a la gran dispersión de los lugares de los ataques.
El informe decía también que los socorristas —a menudo voluntarios sin formación— se concentraron más en las operaciones de búsqueda y rescate y en la recuperación de cadáveres que en recoger pruebas. Y muchos de los cuerpos estaban muy quemados, lo que comprometía cualquier prueba.
Los expertos dijeron que habían hecho llamamientos a las mujeres de Israel que habían sobrevivido a las agresiones del 7 de octubre para que denunciaran, pero que no habían hablado con ninguna directamente. Dijeron que un pequeño número de sobrevivientes seguían en tratamiento por el trauma.
También señalaron un profundo recelo entre los israelíes hacia organizaciones internacionales como las Naciones Unidas, así como el hecho de que el equipo estuviera en el terreno durante un periodo limitado de dos semanas y media.
“En general, el equipo de la misión opina que la verdadera prevalencia de la violencia sexual durante los atentados del 7 de octubre y sus secuelas puede tardar meses o años en salir a la luz y puede que nunca se conozca del todo”, señaló el informe.
El informe decía que el equipo de la ONU también había escuchado relatos de violencia sexual contra palestinos que implicaban a las fuerzas de seguridad israelíes y a colonos.
Según el informe, autoridades palestinas y representantes de la sociedad civil informaron al equipo de la ONU de “tratos crueles, inhumanos y degradantes infligidos a palestinos detenidos, incluidas diversas formas de violencia sexual en forma de registros corporales invasivos, amenazas de violación y desnudez forzada prolongada, así como acoso sexual y amenazas de violación, durante las redadas domiciliarias y en los puestos de control”.
El equipo de la ONU pidió al gobierno de Israel que diera acceso a otros organismos de la ONU, como la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos y la Comisión Internacional Independiente de Investigación sobre el Territorio Palestino Ocupado, para que puedan llevar a cabo investigaciones exhaustivas e independientes sobre estas acusaciones.
El portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, Lior Haiat, declaró: “Israel rechaza el llamamiento del informe a investigar las denuncias palestinas sobre ‘violencia sexual por parte de elementos israelíes’”.
Patten había dicho que su viaje no pretendía ser de investigación —otros organismos de la ONU tienen ese mandato, afirmó—, sino “dar voz” a las víctimas y sobrevivientes y encontrar formas de ofrecerles apoyo, incluidas la justicia y la rendición de cuentas.
El equipo de la ONU incluía expertos técnicos capaces de interpretar pruebas forenses, analizar información digital de fuentes abiertas y realizar entrevistas a víctimas y testigos de violencia sexual, según el informe.
Patten dijo que uno de los retos a los que se habían enfrentado los expertos de la ONU era filtrar la escasez de información confiable y los relatos inexactos de personas sin formación.
“Por un lado”, dijo, “tenemos la niebla de la guerra que a menudo silencia los motivos de la violencia sexual. Pero también hemos visto en la historia de la guerra casos en los que la violencia sexual puede convertirse en arma”.