Felice Palamara, párroco del pueblo de Pannaconi de Cessaniti, en la región de Calabria, sur de Italia, sufrió un intento de envenenamiento con lejía que habían introducido en el vino de la misa, después de que el municipio fuese intervenido por presuntas infiltraciones mafiosas.
Durante la misa del sábado 24 de febrero de 2024 por la tarde, el sacerdote consagró las ampollas de agua y vino de la misa, pero, al acercándose el cáliz a la boca, notó un olor extraño que lo puso en guardia e interrumpió la celebración diciendo a los fieles que no se sentía bien y llamó a la Policía, informó este domingo el diario «Corriere della Sera».
Los análisis confirmaron inmediatamente la presencia de lejía en las ampollas. «Estoy seguro de que esta última intimidación no proviene de mis feligreses. Estoy en Pannaconi desde hace diez años y siempre he tenido una relación de amor y afecto mutuo con la gente local», subraya don Felice al diario italiano.
Explica que esta no es la primera intimidación que sufre pues hace unos días le provocaron daños en su coche y en su buzón encontró varias cartas anónimas con amenazas de muerte, aunque esta vez la lejía le habría podido costar la vida, añade «Corriere della Sera».
Según las investigaciones y tras otras intimidaciones a otros curas de la zona, amenazados por sus llamamientos a la población a la legalidad, se sospecha que puedan haber molestado a quienes en esos pueblos esperan legitimar el poder mediante el chantaje y la intimidación.
Después de las amenazas sufridas por el sacerdote, por orden del comisario de policía de Vibo Valentia, se le ha asignado vigilancia las 24 horas del día.
La ciudad ahora está gobernada por un interventor, después de que el alcalde dimitiera el pasado mes de agosto tras una operación policial sobre posibles influencias mafiosas en la administración local.
El obispo de Vibo Valentia, provincia a la que pertenece el pueblo, Atilio Nostro, declaró en una nota tras visitar al párroco: «La diócesis vive un momento de sufrimiento debido a actos de intimidación que nada tienen que ver con la vida cristiana normal de las parroquias.
Por este motivo, hago un nuevo llamamiento a las comunidades cristianas para que no se dejen desanimar por este lenguaje de violencia. No debemos ceder a esta lógica, dejándonos tentar por la desesperación y la ira».
También la comunidad de Pannaconi se solidarizó con el sacerdote: «No permitiremos que nadie perjudique a nuestro párroco, nadie podrá detener un pueblo que quiere y merece la redención y que quiere crecer».