El gobierno regional catalán declaró la fase de emergencia en Barcelona y su área metropolitana por la sequía histórica que padece gran parte de esta región del noreste español, que dejó sus reservas de agua en niveles críticos.
Esta decisión, anunciada por el presidente del gobierno regional catalán, Pere Aragonès, implicará nuevas restricciones a partir del viernes para unos seis millones de personas, especialmente para los usos relacionados con la agricultura, la ganadería y la industria.
«Cataluña está padeciendo la peor sequía de último siglo», indicó Aragonès en una rueda de prensa en Barcelona. «Desde que se tienen registros en el ámbito pluviométrico no habíamos afrontado nunca una sequía tan larga y de tanta intensidad», agregó.
Después de más de tres años con precipitaciones por debajo de lo habitual, las autoridades locales habían anunciado que se declararía la emergencia en su zona más poblada cuando el nivel de los embalses, que acumulan agua para su uso en los meses más secos, bajara del 16%, algo que sucedió en los últimos días.
– Reducción –
La entrada en la primera etapa de la fase de emergencia, de las tres previstas, implicará un aumento de las restricciones especialmente para el riego agrícola, que deberá restringirse en un 80% (hasta ahora la reducción era del 40%), mientras que los usos ganaderos deberán recortarse en un 50% (frente al 30% anterior) y los industriales en un 25% (previamente del 15%).
También se descenderá el umbral de consumo permitido en los 202 municipios afectados, la mayoría en la provincia de Barcelona y el sur de Girona. Las localidades que lo superen podrán registrar bajadas en la presión del agua y sanciones.
En esta fase se prohíbe igualmente el riego, excepto en caso de supervivencia para los árboles y jardines públicos y siempre con agua no potable, y se debe limitar al máximo las duchas en instalaciones deportivas. Asimismo, se prohíbe el rellenado de piscinas, menos en los equipamientos deportivos públicos con medidas de ahorro, una medida importante en esta región de fuerte actividad turística.
Si las reservas siguen bajando, se avanzará a las siguientes fases, que implican restricciones aún más severas en el umbral de consumo, así como el cierre total de duchas en los gimnasios o la prohibición de regar campos de césped, incluso federados.
Pese a que el gobierno regional trató de alargar al máximo la entrada en emergencia, que afectará a la gran mayoría de los ocho millones de habitantes de esta región que es uno de los motores económicos de España, las altas temperaturas de los últimos días forzaron a convocar una reunión extraordinaria.
– También Andalucía –
Los periodos sin lluvia no son atípicos en esta zona del mediterráneo español, que en 2008 ya padeció la que hasta ahora se consideraba su sequía más larga, de 18 meses, según las autoridades. La actual acumula ya más del doble.
«Se está alargando mucho. Si ahora se alarga otro año más, la situación será dramática», comentó a la AFP el profesor Xavier Sánchez Vila, director del Departamento de Ingeniería Civil y Ambiental de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC).
A pesar de que la región tiene ya plantas de desalinización de agua del mar y otros recursos para la potabilización y la regeneración -que suponen un porcentaje cada vez mayor de sus usos- la gravedad de la situación ha hecho que las autoridades no descarten traer a Barcelona barcos cargados de agua en los próximos meses.
La intensa sequía que afecta a Cataluña también se extiende, sin embargo, a otras regiones españolas como Andalucía, en el sur.
El presidente regional, Juan Manuel Moreno, ya advirtió que, si sigue sin caer agua, habrá restricciones en verano en ciudades como Málaga o Sevilla y la administración local tampoco descarta recurrir a la llegada de barcos cisterna.
Para hacer frente a los efectos de la sequía, que llevaron a los agricultores andaluces a manifestarse en Sevilla, Moreno viajó este jueves a Bruselas para pedirle a la Unión Europa que active su fondo de solidaridad.
País europeo en primera línea frente al cambio climático, España ve cómo se multiplican desde hace años los fenómenos meteorológicos extremos, especialmente las olas de calor, cuya frecuencia se triplicó en diez años.
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