Hijo del primer gobernante democrático de Guatemala, el sociólogo Bernardo Arévalo, quien jurará como presidente el domingo, pasó de ser casi un desconocido a simbolizar la esperanza de un país cansado de la corrupción y a desatar el pánico de la élite conservadora.
Este exdiplomático y también filósofo de 65 años pasó en junio, contra todo pronóstico, a la segunda ronda presidencial que ganó en agosto frente a la candidata conservadora aliada del oficialismo con un 60% de los votos, prometiendo perseguir a los corruptos.
Desde entonces, Arévalo y su partido Movimiento Semilla fueron blanco de una ofensiva judicial, encabezada por la Fiscalía, que el socialdemócrata asegura fue encomendada por la élite político-empresarial para evitar su ascenso al poder.
De personalidad tranquila, subió el tono para denunciar esa arremetida como un intento de «golpe de Estado» en su contra y recibió los apoyos de la comunidad internacional y, en su país, de los jóvenes y comunidades indígenas.
«No nos rendiremos ante este pacto de corruptos», dijo a fines de diciembre en una entrevista con la AFP Arévalo, quien viste casi siempre de traje, lleva gafas, bigote y barba recortada.
Poniendo fin a 12 años de gobiernos de derecha, sustituirá a Alejandro Giammattei, a quien los seguidores de Arévalo señalan de formar parte de lo que llaman el «pacto de corruptos».