Después de apoyarse en la ciencia para sustentar sus misivas morales sobre el cambio climático, el papa Francisco espera que su histórica presencia en la conferencia de la ONU sobre el clima ayude a inclinar la balanza en las cruciales negociaciones.
El papa de 86 años, que convirtió la defensa del medioambiente en uno de los pilares de su pontificado, pronunciará un discurso en la COP28 de Dubái el 2 de diciembre. Será la primera vez que un papa acuda a una cumbre de la COP desde su creación en 1995. Se espera que Francisco denuncie la inacción de los países implicados y que los incite a reducir drásticamente sus emisiones de gas de efecto invernadero.
También podría ayudar a reconstruir la confianza entre los países vulnerables ante el cambio climático y las ricas economías contaminadoras.
En un momento en que algunos países aumentan en vez de reducir su producción de energía fósil, “el papa destaca como una presencia casi divina entre hordas de pecadores”, indica el profesor Sverker Sorlin, especialista en gobernanza medioambiental en el Real Instituto de Tecnología de Estocolmo.
“Puede que el papa no cambie las tornas de la reunión, pero puede ser un “punto de inflexión” que empuje a los negociadores (…) hacia la dirección correcta”, añade Sorlin, cuyos trabajos han sido citados por el pontífice.
El líder espiritual de 1.300 millones de católicos insiste desde hace tiempo en la relación entre cambio climático y pobreza, siendo los más marginados quienes pagan el precio más alto por el calentamiento global.
Dos años después de escoger su nombre papal en honor al patrón de la ecología, Francisco publicó en 2015 su encíclica Laudato Si (Alabado Seas), en la que recurrió a la ciencia para arremeter contra el cambio climático, algo inaudito para un líder religioso.
Unos meses después se concluyó un acuerdo en la COP de París, en los que los países se comprometieron a limitar el calentamiento global “muy por debajo” de 2 grados Celsius en relación con la época preindustrial, y preferiblemente a 1,5 °C.
La ONU advirtió este año que el acuerdo no se está cumpliendo, lo que llevó al papa a publicar en octubre un nuevo texto, Laudate Deum (Alaben a Dios), en el que subraya que el mundo “se está derrumbando y puede estar cerca del punto de ruptura”.
El jesuita argentino piensa, sin embargo, que la COP28 puede representar “un cambio de rumbo” si los países se comprometen a cambiar el uso de combustibles fósiles por fuentes de energía limpia.
Tebaldo Vinciguerra, miembro de la oficina vaticana para las preocupaciones medioambientales, dijo que un “tema central” en Dubái será la financiación del llamado fondo de pérdidas y daños, para ayudar a los países vulnerables a hacer frente a los ya devastadores impactos del cambio climático.
Las comunidades católicas de todo el mundo describen sus luchas contra la contaminación, el acceso limitado al agua potable, la deforestación, el avance del desierto y los fenómenos meteorológicos extremos, explicó Vinciguerra.
El papa Benedicto XVI lanzó la primera iniciativa ecológica del Vaticano en 2008 con la instalación de paneles solares en su sala de audiencia. Quince años después, la Santa Sede se comprometió a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero un 20 % por debajo del nivel de 2011 para 2030.
El Vaticano también firmó este mes una declaración interreligiosa ecologista con otros 27 dirigentes, entre ellos el rabino David Rosen, representantes del gran imán de la mezquita Al-Azhar del Cairo, el patriarca ortodoxo ruso Kirill y el arzobispo de Canterbury Justin Welby.
Como símbolo del compromiso de las religiones con el clima, la COP28 incluirá un pabellón interconfesional que será inaugurado por el papa Francisco y donde se celebrarán encuentros entre figuras religiosas, científicos y dirigentes políticos.
El papa también mantendrá reuniones bilaterales privadas en Dubái, en medio de las tensiones en Oriente Medio y la guerra en Ucrania.