Mayla se sienta en un bar de Buenos Aires, la ciudad a la que se mudó hace varios años para estudiar Medicina, y pide una taza grande de café. Sofía eligió quedarse en Brasil, donde planea recibirse de Ingeniera Industrial. Tienen 21 años, son hermanas gemelas y las dos son mujeres transgénero.
Mayla y Sofía Albuquerck son las primeras gemelas trans del mundo que se hicieron juntas la cirugía de reasignación sexual. Su deseo, compartido desde la niñez, era tener los cuerpos que tienen hoy: cuerpos sin pene ni testículos sino con vagina, vulva y un clítoris con el que pudieran sentir placer sexual.
“Muchas personas creen que un niño de tres o cuatro años no sabe lo que quiere o lo que siente. Yo tengo recuerdos de lo que sentía. Está comprobado que cuando las memorias son muy traumáticas o te marcan mucho sí somos capaces de recordar”, cuenta a Infobae Mayla, la futura médica, y toma un sorbo largo de café.
“Entre mis tres y cuatro años, cuando iba al jardín de infantes, empecé a sentir que yo no era el niño que todos creían que era. Recuerdo que me habían leído ‘Cenicienta’, entonces cuando me iba a dormir pedía que un hada madrina hiciera conmigo lo que había hecho con ella”.
Mayla agregaba un detalle en sus oraciones: pedía que el hechizo durara para siempre, no hasta las medianoche.
Pero apenas se despertaba, se miraba en el espejo y veía que nada había cambiado. “Igual el deseo nunca se fue, nunca. ¿Viste esa flor que se llama diente de león?”, pregunta. Alguien de su pueblo le había dicho que podía pedir un deseo y soplar para que se cumpliera.
“Así que yo soplaba y pedía siempre el mismo deseo: transformarme en una niña. Lo hice hasta los 19 años, cuando pude hacerme la cirugía”.
Tan pocas palabras tenía una criatura de esa edad para hablar con su familia de lo que sentía que todo podría haber quedado encerrado en un secreto. Pero tenía con su “hermano gemelo” ese vínculo intransferible que suelen tener los que partieron de la división de un mismo óvulo.
Y ese “hermano” no sólo estaba dispuesto a acompañarlo en el camino: le estaba pasando lo mismo.
Los padres pensaron que uno estaba copiando al otro. “Pero yo sabía que no me estaba copiando, no era sólo eso”, sigue Mayla. Eran un espejo en el que podían mirarse.
“En mi caso también empezó muy temprano”, cuenta desde Brasil, Sofía, donde estudia Ingeniería Civil en la Universidade Federal de Mato Grosso. “Fue alrededor de los 5 años, cuando me di cuenta de que me gustaba mi vecino”.
Las dos viven ahora en grandes ciudades pero nacieron en un pueblo de sólo 4.000 habitantes llamado Tapira, en Mina Gerais. Pueblo chico: el resto, ya saben.
Desde los 10 años, cuando la apariencia de las dos dejó de ser la de dos clásicos varones -fútbol, short y pelo corto- sufrieron desde ataques físicos hasta emocionales, aislamiento en la escuela, padres que les decían a sus hijos que se alejaran.