En tono de enardecida arenga militar, el presidente egipcio, Abdel Fattah al-Sisi, ha anunciado su intención de presentarse a una nueva reelección en los comicios adelantados del próximo diciembre.
A la mayor sorpresa de partidarios y opositores, Al-Sisi ha exigido literal y descarnadamente sacrificios a los ciudadanos. “Si la construcción [de los nuevos macrocomplejos urbanos], el desarrollo y el progreso del país deben hacerse a costa de hambre y privaciones, se hará; no os quejéis después diciendo que preferís comer”, espetó sin pestañear a los asistentes a una conferencia destinada en principio a glosar “los diez años de éxitos conseguidos” desde que derrocara en 2013 al presidente islamista Mohamed Morsi.
La contundencia exhibida por el rais egipcio se interpreta no solo como su absoluta seguridad en que nadie le moverá el sillón presidencial, sino también su determinación para seguir adelante con los proyectos emprendidos para la modernización del país, calificados de “desmedidamente faraónicos” por sus detractores.
De lo primero existen pocas dudas, por no decir ninguna. En las anteriores elecciones, Al-Sisi ganó con resultados apabullantes: 96 y 97%, respectivamente. También se permitió modificar la Constitución en 2019 para introducir un alargamiento hasta los seis años de su mandato presidencial, estableciendo en tres periodos el máximo de estancia en la primera magistratura del país, aunque cabría añadir que eso sería solamente por ahora.
En cuanto a lo segundo: construcción de una nueva capital, que descongestione el abigarrado, contaminado y caótico El Cairo; implantación de líneas de alta velocidad ferroviarias que unan por tren los principales centros turísticos del país, así como otras infraestructuras viarias, además de vaciar las arcas del Estado y triplicar la deuda externa, han disparado un 40% la inflación y provocado la devaluación de la libra egipcia en un 50%. De hecho, el anuncio del anticipo electoral se considera en algunos centros de análisis como la cortina de humo que tapara el trauma de la devaluación.
Las protestas populares contra la evidencia de estos resultados son reprimidas como de costumbre, habida cuenta de que las manifestaciones están prohibidas legalmente en Egipto. Pese a ello, hay quién pretende presentarse a las elecciones como candidato alternativo a Al-Sisi. El primero y más destacado en pronunciarse es Ahmed al-Tantaoui, de 44 años, exdiputado y habitual crítico del presidente. Ha elegido la vía popular para poder hacerlo, es decir conseguir al menos 25.000 firmas de otros tantos ciudadanos que apoyen su candidatura. Al-Tantaoui, que inició esta campaña a mediados de septiembre, denuncia tanto el hostigamiento al que la policía somete a los voluntarios encargados de recoger las firmas, como el rechazo de muchas de ellas por las autoridades administrativas alegando todo tipo de excusas y motivos. El lema de su campaña electoral es “restablecer el Estado de derecho”, eslogan que difunde a través de las redes sociales y medios independientes.