El Evangelio de este domingo, está desarrollado plenamente a través de una parábola. En ella hay dos vértices que constituyen el movimiento que lleva al significado último y profundo. El primero es la inscripción progresiva de los obreros, pero con idéntico salario; el segundo está representado en cambio, por la indignación polémica de los primeros contratados. Los estudiosos han notado que generalmente en las parábolas de Jesús existen en la mayoría de casos dos vértices, el acento del que brota la enseñanza viene dado del segundo término o situación. En el caso de hoy, se ve una foto de la real situación que debería estar pasando el Jesús en su vida, porque denota claramente que Él está ofreciendo su salvación a los pecadores, que en la parábola serían los últimos.
Los “fariseos”, los “que se creían justos” y por lo tanto los “primeros”, se escandalizan de los obreros de la última hora, es decir, de los “últimos”, que reciben igualdad de trato que ellos que fueron los “primeros”. Y, no protestan porque quieran recibir más salario, sino por la igualdad con la que se ven tratados con aquellos a quienes ellos han considerado siempre como los últimos ante Dios. La parábola se dirige, pues, a la gente que imita con su actitud a los “murmuradores”, quienes en la Biblia vienen identificados con los que tienen poca fe, por venir del verbo “murmurar”, que tiene ese preciso significado. En resumen, pues, el mensaje que Jesús advierte en su parábola refiere al escándalo que había causado o al golpe con que se sentían amenazados los que se negaban a la apertura del Reino de Dios y del Evangelio a los pecadores, a los humildes y a los últimos. El cristiano debe seguir el estilo del dueño de la viña, que es el propio Jesús.