La iglesia católica hace un llamado a los hondureños para que seamos como la mujer cananea que buscó a Jesús porque él siempre se pone a nuestro alcance, si nosotros salimos a su encuentro.
Texto bíblico de esta homilía dominical
Jesús sano la hija de la mujer cananea puesto que su fe era muy grande. El reprendió a sus discípulos porque su fe era muy pequeña. El evangelio de Mateo nos enseña aquí algo muy importante sobre la naturaleza de la fe que se necesita para mover montañas.
Los apóstoles pensaron que ella era una molestia y le pidieron a Jesus que se deshiciera de ella. Jesús se había ido a la región de Tiro y Sidón, actualmente Líbano, y una mujer de la localidad se le acercó para pedirle un favor. Esta era una tierra pagana, hogar de la infame Jezabel. Los habitantes de esta zona eran cariñosamente llamados “perros” por sus vecinos judíos pues los consideraban impuros.
Jesús no pudo resistirse más: “Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que deseas”. Y en aquel mismo instante, su hija quedó libre del poder del mal.
Muchos piensan que la fe es “creer que…”. Creer que Dios existe o que Jesús es el Mesías. Esta mujer ciertamente tenía este tipo de creencia. Aunque no era judía llamó a Jesus “Hijo de David”, lo cual significa que creía que era el ungido rey de Israel, predicho por los profetas.