Carlos Alcaraz levantó el trofeo de Wimbledon tras cerca de cinco horas de trabajo para remontar un inicio truncado por los nervios y destronar a un Novak Djokovic que no conocía la derrota en la pista central del All England Club en diez años. Tampoco en sus últimos 34 partidos en el torneo.
A sus 20 años el murciano completó la gesta con resultado de 1-6, 7-6 (6), 6-1, 3-6 y 6-4. Bordeó el precipicio con bola de set del serbio en el ‘tiebreak’ del segundo set, asimismo con pelota de rotura para 0-2 del balcánico en el quinto parcial.
Salvó la situación, fue él quien dio el golpe de gracia haciendo el ‘break’ en el tercer juego del último set. Fue definitivo. Lo sabía Novak Djokovic, que descargó toda su rabia con la raqueta.
No se le ocurrió otra cosa que estrellarla, para romperla, contra uno de los palos de madera que aguanta la red. Prácticamente un sacrilegio en la ‘Catedral’ del tenis mundial, que condenó la acción del serbio con un unánime abucheo.
El juez de silla de la final, el irlandés Fergus Murphy, actuó cantando el ‘warning’ correspondiente. No fue más allá de un aviso porque el ‘warning’ anterior que había aplicado a Djokovic tenía que ver con haber agotado el tiempo de saque de veinticinco segundos.
El gesto no gustó a nadie porque atentó contra la mística del torneo, uno de los elementos que guardan relación con la tradición. Ese toque de madera dice mucho.
A falta de confirmación, según apuntaban medios británicos, la conducta antideportiva de Novak Djokovic será castigada con una multa de 8.000 dólares, que iguala el récord en el torneo de la joven rusa Mirra Andreeva, que en su caso acumuló dos lanzamientos de raqueta, sin la violencia del gesto del balcánico.
Una bagatela para Djokovic, que ingresó un millón tres cientos mil euros como finalista. No afectará a su bolsillo, sí son esos detalles que no gustan de él y que salen perdiendo en las comparativas con Roger Federer y Rafa Nadal.