Aunque lo que más abunda en una Estambul más fresca de lo previsible a esta altura del año son las camisetas del Manchester City entre los seguidores del fútbol locales, no es posible establecer una preferencia para la final de Champions League de mañana en el Estadio Olímpico Atatürk, debido a que los dos jugadores de origen turco que forman parte de los dos equipos, Ilkay Gundogan en el cuadro inglés, y Hakan Çalanoglu, en el italiano, concitan adhesiones muy equilibradas.
Si es por los visitantes, hay una clara y evidente ventaja de hinchas del Inter de Milán, aunque era lógico de suponerse porque los italianos siempre tuvieron mayor cantidad de simpatizantes por una tradición mayor, que muchos de sus “tifosi” esperan encarecidamente que aparezca a la hora de la definición. Los nerazzurri tienen tres Copas de Europa (1964, 1965 y 2010) contra ninguna del Manchester City, dato en el que recalcó en la previa el entrenador de los Ciudadanos, Pep Guardiola.
Para los centenares de periodistas acreditados a la final, no hay dudas: el gran candidato es Manchester City. Incluso, lo mismo parece pensar Simone Inzaghi, estratega del Inter, que cuando se refirió a la forma de preparación de su equipo para la final, comparó al su equipo con “uno de mitad de la tabla hacia abajo de la Premier League”. Y, con respecto al tipo de juego, afirmó: “De los que juegan con mucha gente del medio hacia atrás. En este caso, juegan con dos delanteros cuando habitualmente tenemos en contra a uno solo, y eso es más de cuidado”.
Obviamente, en la conferencia hubo mucho espacio para los argentinos. Lautaro Martínez, sin dudas convertido ya en líder del Inter, sostuvo que hay que jugar “con cabeza y corazón” y también que de ganar la Champions será el mejor año de su vida por haber ganado el Mundial. Además hizo referencia a su compatriota Julián Álvarez: “No vengo hablando últimamente y tampoco nos comunicamos para este partido. Lo invité a mi casamiento y no pudo venir tampoco, así que no sé nada de él”.
Lo cierto es que Martínez y Álvarez volverán a verse las caras, luego de haber rivalizado por un lugar en el equipo titular de la selección argentina que fue campeona del mundo en Qatar en diciembre pasado. Lautaro, además, pudo abrazarse con Sergio “Kun” Agüero, quien apareció como único invitado entre los jugadores y Guardiola, algo poco frecuente en los entrenamientos oficiales de la muy celosa UEFA, que controla hasta el último paso que da cada uno de los protagonistas de la final en cada una de las áreas.
Se espera un lleno total de la capacidad de este estadio moderno, terminado de construir en 2002 (74.753 espectadores), muy alejado de la ciudad -se aconseja llegar varias horas antes por el embotellamiento porque no hay muchas vías para acercarse- y que lleva el nombre del fundador y primer presidente de la República de Turquía, Mustafá Kemal Atatürk. Para Estambul en particular, poder organizar la final de esta Champions es una gran reivindicación porque estuvo a punto de perder la sede por tercera vez en cuatro años. En esta ciudad se debió jugar la final de 2020, pero por la pandemia, la UEFA decidió trasladarla a Portugal. Al año siguiente, en 2021, otra vez parecía todo listo, pero por un problema de vacunación, al no permitir la salida de hinchas desde Inglaterra, y la final era entre dos equipos de la Premier League, Chelsea y Manchester City, la institución del fútbol europeo decidió volver a trasladar la definición al estadio do Dragao, en Portugal, y cuando por fin esta temporada se intentó disputar la final en la capital turca, un terremoto de 7,8 en la escala de Richter, el pasado 6 de febrero, que azotó el sur del país, Siria y Líbano, volvió a poner todo en peligro.