Cuando el mundo se encerró, Estados Unidos se abrió a la música en español. Parte del éxito planetario del puertorriqueño Bad Bunny radica en la pandemia. Para finales de 2020, el músico había lanzado tres álbumes: YHLQMDLG, Las que no iban a salir y El último tour del mundo.
Cuando todos comenzaron a salir de sus casas, Benito Antonio Martínez Ocasio, que es su nombre real, era ya un fenómeno. En 2021 se convirtió en el artista más escuchado de Spotify, con más de 9.000 millones de reproducciones, sin haber lanzado un álbum nuevo.
Su fama solo se hizo más grande con la llegada de Un verano sin ti, un disco que lo catapultó a dos giras internacionales con 81 fechas, en las que recaudó más de 435 millones de dólares en un año (393 millones de euros), rompiendo un récord de 2018 que poseía Ed Sheran. Con estas cartas de presentación, Bad Bunny es cabeza de cartel de Coachella, el festival más importante de Estados Unidos, que arranca este viernes en el desierto de California y durará hasta el domingo 23 de abril.
La música en español crece y sus ingresos representan ya el 7% de las ventas totales de la industria de EE UU, la cifra más alta de la historia. En 2022 generó en ese país 1.100 millones de dólares (995 millones de euros), un 24% más que el año anterior. El récord viene, sobre todo, por la expansión del reguetón, los géneros urbanos y lo que llaman el regional mexicano (una categoría de los premios Grammy inventada en 2013 en la que se incluye la música de banda, norteña y tejana).
El español no solo se oirá en esta edición de Coachella gracias a Bad Bunny. Además, Rosalía medirá la noche del sábado su popularidad frente al cuarteto Blackpink, que hizo historia en 2019 al convertirse en el primer conjunto de K-Pop que actuó en Coachella.
Los artistas latinos han estado presentes en Coachella desde su primera edición, en 1999. La banda venezolana Los Amigos Invisibles, que tuvieron a David Byrne, de los Talking Heads, entre sus primeros fanáticos, estuvieron en aquella primera alineación. Los nuevos géneros han ido desplazando al rock y al pop. Los Fabulosos Cadillacs, uno de los grupos argentinos más veteranos, actuarán por primera vez. Lo harán el domingo a las 2.30 de la tarde.
Otros latinos ya han hecho de Coachella su segunda casa. Becky G, cantante de Los Ángeles nacida en una familia mexico-estadounidense, actuará la tarde del viernes en el escenario principal. Con 26 años, la joven comenzó a trabajar de niña como actriz de doblaje y cantando temas de R&B que después subía a YouTube. Una discográfica la fichó cuando tenía 14 años. Hace una década, Becky G cantó en Coachella junto a unos DJ de Monterrey. El año pasado lo hizo con la colombiana Karol G, que se ha convertido en una figura mundial. Ambas cantaron Mamiii, un tema que se coló en los 20 primeros puestos de la lista Billboard Hot 100 y que le valió a Becky G una nominación al Grammy Latino a mejor canción de género urbano (ganó Titi me preguntó). La colombiana Kali Uchis también actuará el domingo en su regreso a Coachella (estuvo en 2018).
Entre los rostros nuevos que se presentarán ante la audiencia del festival se encuentra el puertorriqueño Eladio Carrión —acaba de lanzar 3MEN2 KBRN (leído suena como “tremendo cabrón”)—, que posiblemente se convertirá en uno de los álbumes de trap más escuchados del año gracias a sus colaboraciones con Lil Wayne, Future, 50 Cent y Bad Bunny. Pese a haberlo lanzado hace menos de un mes, sus temas ya acumulan varios millones de reproducciones.
Esta es una de las ediciones de Coachella con más variedad de artistas. Además de Bad Bunny, quien ya había cantado en el festival en 2019, actuarán la ya mencionada banda coreana Blackpink, cerrando el programa del sábado, y el rapero Frank Ocean, que lo hace el domingo. Es la primera edición en la que ninguno de los artistas principales son blancos. Los organizadores estuvieron a punto de romper esa barrera en 2020, cuando anunciaron al propio Ocean, Travis Scott y Rage Against The Machine, pero el coronavirus forzó la cancelación de aquella edición. Es lo que hace tan esperada la aparición de Ocean el domingo. Será el primer concierto en seis años para el elusivo autor de Channel Orange y Blonde.
Coachella reunirá a 125.000 personas en sus seis fechas (la programación que arranca este viernes se repetirá el 21, 22 y 23 de abril y será transmitida en YouTube). La cita será en Indio, una comunidad a 215 kilómetros al este de Los Ángeles. El valle era en los años setenta un territorio agrícola en el que inmigrantes latinos cosechaban uvas en un clima semidesértico. Los abusos que sufrían los trabajadores de los viñedos, que morían de media a los 49 años por su exposición a los pesticidas y ganaban sueldos miserables, llevó a la zona al legendario activista César Chávez, que luchó para sindicalizarlos.
Eso ha quedado en el pasado. Coachella es hoy el sitio de peregrinación del mayor festival pop de Estados Unidos, que se desarrolla en un campo de polo y cuya entrada más barata cuesta 500 dólares, un precio que puede aumentar hasta los 6.000 con alojamiento y trato VIP. La marca es propiedad de Goldenvoice, una empresa que forma parte del conglomerado de Philip Anschutz, magnate conservador afincado en Denver, cuya fortuna ronda los 10.000 millones de dólares, según la lista de la revista Forbes. Coachella ingresa cada año más de 114 millones de dólares, lo que lo convierte en uno de los más rentables del mundo.