En el inicio de 2023 el problema de Venecia no es el exceso de agua sino la sequía. En pleno carnaval, la icónica ciudad, única entre todas, es una mezcla de malos olores, peces muertos y movilidad reducida. El fenómeno no es extraordinario, pero sí mucho más intenso y duradero que otros años.
La explicación es pura ciencia meteorológica: sequía, altas presiones persistentes y luna llena. Son las tres causas que han provocado que Venecia se seque y sus arterias sean un conjunto de canales embarrados. Tanto, que ya asoman los pilotes de los palacios históricos de la ciudad edificada sobre la laguna, incluso a lo largo del Gran Canal.
Moverse por Venecia está siendo estos días muy complicado. Lo están sufriendo especialmente los servicios de salvamento, bomberos, policía y ambulancias. Son las consecuencias de la marea baja. Los canales interiores han quedado reducidos a carriles de fango: hay centenares de barcos amarrados en el barro y las góndolas no pueden dar el paseo que piden los turistas.
Se cumple así lo anunciado por el Centro de Previsiones de las mareas de Venecia, que entre el sábado y el martes, días clave del Carnaval, pronosticaba que la marea se iba a situar entre los menos 55 y menos 60 centímetros. En cualquier caso, aunque algo deslucidos, los carnavales se están celebrando sin alteraciones en su programación.
No es que el fenómeno sea una sorpresa en la laguna veneciana. Suele ocurrir a principios de año, pero nunca dura tantos días y con tanta intensidad, porque nunca ha habido una sequía tan extrema en invierno. «La bajamar aún no puede considerarse excepcional, pero si no llueve pronto, existe un riesgo real de que la situación empeore», citan medios de comunicación.

