Casablanca es una suma gloriosa de accidentes, improvisaciones, alguna decisión desganada y mucho talento. Ninguno de los involucrados confiaba demasiado en ella. Había sido un trabajo más. Algo arduo, desangelado, del que nadie creía que podía pasar a la historia. Un producto más de los cientos que producía anualmente Hollywood.
¿Cuál es el género de Casablanca? Puede ser una película bélica, de amor, una solapada buddy movie, un melodrama, un tímido musical. Posiblemente sea todo eso junto. De esa mezcla riesgosa, casi casual, podía surgir un híbrido sin alma o un clásico invencible.
Aljean Harmetz, en The Making of Casablanca, su libro sobre cómo se hizo la película, dice que cualquiera de los otros estudios de ese momento podría haber hecho la película. Que más allá de las diferencias obvias en los protagonistas (Gary Cooper hubiera sido el actor de Paramount, Clark Gable el de MGM o Tyrone Power el de Fox) ningún otro la hubiera filmado como lo hizo Warner. Algo menos ambiciosa y realizable. Estricto blanco y negro, bastante cinismo, sin opulencia.
La Segunda Guerra Mundial era el tema ineludible. Warner tenía siete películas bélicas en producción. Pero ese bélicas podría estar entre comillas. Las historias transcurrían durante la guerra, imponía su clima, sus preocupaciones, pero no trataban de batallas, grandes misiones, la vida en un regimiento o espectaculares enfrentamientos aéreos. La guerra todavía no lo permitía: ni por evolución ni por posibilidades económicas. Así que proliferaban historias de espías y de grupos clandestinos de resistencia.
Tanto influía la intención de asociar la película con las noticias de la Segunda Guerra, que apuraron la premiere para fines de noviembre de 1942 para que coincidiera con el ingreso de las tropas norteamericanas en la ciudad marroquí. El estreno masivo en el resto de las salas se dio un mes y medio después.
La película se filmó, casi en su totalidad, en orden cronológico. No fue una decisión artística del director. No lo hizo para que el conflicto fuera creciendo en los actores escena a escena. No le quedó más remedio. El guion era escrito y reescrito cada noche. Así que varias jornadas finalizaron con lo último que tenían escrito y no sabían cómo sería el siguiente día de rodaje.
Una de las excepciones fue la del primer día del rodaje. Otra vez la decisión se tomó por obligación de las circunstancias. Como en esos años los actores enganchaban una película con otra (en especial los secundarios), sólo estaban disponibles Bogart y Bergman para esa primera jornada. Filmarían el flashback del bar en París (todas las escenas excepto una se rodaron en interiores). Ese día todo fue más lento y menos brillante que lo imaginado. Wallis se quejó en un memo con amargura de que Arthur Edeson hubiera tardado casi dos horas en iluminar una escena tan sencilla y que el resultado fuera tan pobre. Edeson, finalmente, un gran trabajo.
Lo sorprendente de Casablanca es que el éxito (algo) inesperado en el momento de su estreno se debió, entre otras cosas, a que representó y entendió casi a la perfección el clima de época. Eso se vio en que ganó el Oscar a la mejor película, al guion y a Curtiz como director. Además, fue la séptima película que más recaudó en el año de su estreno. A pesar de eso, de dialogar de manera tan eficaz con su presente, no envejeció y a ochenta años de su estreno, ya convertida en clásico, sigue entreteniendo, emocionando y deslumbrando al espectador actual.