Una misión de observadores de derechos humanos de Naciones Unidas que trabaja en el terreno ha corroborado «con un margen considerable de certitud» una serie de torturas por parte de las fuerzas rusas y de sus aliadas, mediante métodos que incluyen descargas eléctricas, palizas, quemaduras y otros tipos de maltratos.
La jefa de la misión, Matilda Bogner, informó a la prensa en Ginebra, que el Gobierno de Ucrania dio a su equipo un acceso confidencial a los prisioneros rusos, mientras que sólo pudo entrevistar a los prisioneros ucranianos una vez que fueron liberados por Rusia, generalmente a través de un intercambio de prisioneros.
En total, la misión entrevistó a 159 prisioneros de guerra (incluyendo veinte mujeres) que estuvieron retenidos por Rusia y los grupos armados que lo apoyan, así como a 175 prisioneros en manos de Ucrania.
Se ha podido determinar que además de los extremos maltratos físicos y abuso psicológico contra los prisioneros ucranianos, éstos también eran mantenidos en condiciones inhumanas, en ocasiones sin acceso a baños o agua durante más de un día.
El peor momento era la llegada de los prisioneros a los centros de internamiento, donde pasaban por un «procedimiento de admisión», que en realidad consistía en golpes, amenazas, ataques con perros y posiciones dolorosas por largo tiempo.
Los prisioneros con cierta jerarquía o responsabilidad son los más susceptibles de ser torturados con el fin de extraerles informaciones, al contrario de los soldados rasos a los que se considera de poca importancia.