«El útero es un primer hogar influyente, tan importante como aquel en el que se cría un niño, si no más», afirma la profesora de psicología médica en el Colegio de Médicos y Cirujanos Vagelos de la Universidad de Columbia, Catherine Monk. Esta experta fue una de las primeras en investigar el estrés en mujeres embarazadas y sus consecuencias en el desarrollo del feto.
A lo largo del embarazo, las hormonas segregadas por la madre afectan de manera directa el crecimiento del hijo y pueden tener consecuencias positivas como una mejor presión arterial, mejor sistema inmune o un crecimiento adecuado.
Pero también pueden traer consecuencias negativas. Por ejemplo, estudios previos habían descubierto que la angustia de las madres durante el embarazo se podía vincular con el temperamento y el comportamiento del bebé. Pero ahora, un nuevo estudio, publicado en ‘Infancy’, afirma que las mujeres embarazadas que tenían mayores fluctuaciones en el estrés de un momento a otro, tienen hijos con un índice mayor de miedo, tristeza y angustia. El estudio analizó cómo el estrés de un niño comienza incluso antes del nacimiento.
Liderado por Leigha MacNeill, de la Universidad Northwestern, es el primer estudio que mide el estrés de las madres en tiempo real en muchas ocasiones, lo que permite observar más de cerca si los cambios en el estrés de las madres durante el embarazo son importantes para el desarrollo infantil.
«La ciencia a menudo examina el estrés como una construcción estática e inmutable, que es alta o baja, presente o ausente, pero la mayoría de nosotros tenemos muchos picos y valles en nuestro estrés dependiendo de lo que sucede a nuestro alrededor – afirma MacNeill en un comunicado –. Esa variabilidad es inherente a nuestra vida diaria y reconocer estos picos y valles es de particular importancia para comprender el entorno materno-fetal en relación con el desarrollo de los bebés y su impacto a lo largo de los años».
Por ejemplo, una madre que tiene niveles constantes de estrés por el embarazo y otra madre que se mueve entre niveles muy bajos y muy altos de estrés por el embarazo pueden tener un nivel promedio similar de estrés, pero ese promedio no es útil para comprender las diferencias significativas a las que está expuesto el feto.
Y es precisamente esta oscilación la que puede provocar las emociones negativas en los recién nacidos, emociones que se mantienen más tarde. Para los autores tener una mejor comprensión de la naturaleza del estrés durante el embarazo puede ayudar en las tareas de prevención.
«Puede haber algo en esa experiencia gestacional, cuando una madre se mueve entre extremos, que da forma a la disposición del niño hacia las emociones negativas – añade MacNeill – Ese tipo de patrón de estrés podría reflejar inestabilidad en las experiencias de la vida diaria, factores estresantes externos impredecibles o inestabilidad en la forma en que una madre percibe sus experiencia».
Los autores del estudio midieron el estrés de las embarazadas hasta cuatro veces al día durante 14 semanas. Los resultados mostraron tres tipos de estrés: estrés en la primera evaluación (línea de base), niveles promedio o típicos de estrés durante el período de 14 semanas y el estrés fluctuante a lo largo de las 14 semanas. Más tarde se realizó un seguimiento de tres meses sobre los recién nacidos para determinar el impacto del estrés.
Es importante destacar varios aspectos de este estudio. Si bien el equipo de MacNeill afirma que el estrés no se relacionó con la pandemia, la realidad es que el análisis se llevó a cabo entre mayo del 2019 y agosto de 2021. Lo que significa que, aunque las madres no declaran estar afectadas por el confinamiento, este existía y era una realidad muy cercana. Por otro lado se analizaron 74 voluntarias (muy pocas para llegar a conclusiones extrapolables) y en una sola ciudad de Estados Unidos (Chicago). Está claro que no se puede negar la influencia del estrés durante el embarazo pero hacen falta más estudios para saber su verdadero impacto y su persistencia en el tiempo.