Al propietario de un invernadero, Pieter Wijnen, le gustaría centrarse en el cultivo de hortalizas, pero desde la invasión rusa de Ucrania en febrero, su vida gira en torno a los precios del gas y la electricidad más que a sus pimientos rojos y amarillos o sus mini pepinos.
“En un invernadero como éste, en invierno, hay que calentarlo”, explica sobre sus instalaciones de 32 hectáreas en la provincia de Limburgo, en el sur de Holanda, donde cultiva 11 millones de kilos de pimientos al año, muchos de los cuales acaban en los supermercados alemanes.
“Cuando los precios suben, y será mucho más de lo que estamos acostumbrados, debemos cambiar nuestros planes“.
Entre otras medidas, Wijnen está reduciendo la superficie que mantendrá caliente en Wijnen Square Crops este invierno y cultivando menos pepinos de mayor tamaño, además de vender el exceso de electricidad que genera a la red para cubrir los costes.
Los invernaderos han contribuido a convertir a los Países Bajos en el segundo exportador agrícola del mundo, después de Estados Unidos. Pero esta industria de 8 mil millones de euros (uno 7 mil 900 millones de dólares) creció con el gas barato, y ahora se enfrenta a una crisis que acelerará el cambio a otras fuentes de energía y podría hacer fracasar muchas empresas.
Con la restricción del suministro de gas por parte de Rusia en respuesta a las sanciones occidentales por su invasión de Ucrania, los precios europeos se han disparado hasta 20 veces el nivel de hace un año.
El grupo industrial Glastuinbouw Nederland afirma que hasta el 40% de sus 3 mil miembros se encuentran en dificultades financieras. Esto podría significar menos frutas, verduras y flores fuera de temporada en los supermercados europeos, y el desplazamiento de la producción a países más cálidos como España, Marruecos y Kenia.

