Un grupo de científicos propone lanzar microorganismos vivos al espacio interestelar a bordo de ‘naves’ en miniatura para estudiar su comportamiento desde la Tierra, según plantean en un artículo publicado el mes pasado en la revista Acta Astronautica.
Los seres microscópicos volarían al espacio en el interior de una pequeña sonda semiconductora del tamaño de una mano humana, o incluso menor, provista de un borde que la protegerla de la radiación a medida que atraviesa el medio interestelar.
Para llevar a cabo estos viajes más allá del sistema solar, los investigadores sugieren utilizar una tecnología en la que están trabajando ahora que usa la luz como «propulsor» y que permite «empujar objetos macroscópicos a velocidades cercanas a la velocidad de la luz», explica Philip Lubin, profesor de la Universidad de California en Santa Bárbara (UCSB) y coautor del estudio.
Rumbo a la estrella más próxima
La sonda, que llevaría instrumentación a bordo para detectar, recopilar y transmitir datos a la Tierra, sería impulsada hasta a un 20-30 % de la velocidad de la luz por la luz misma, utilizando un láser de propulsión que estaría estacionado en la Tierra o incluso en la Luna.
De este modo, los expertos calculan que la ‘mini-nave’ podría alcanzar velocidades de más de 160 millones de kilómetros por hora, por lo que podría llegar a la estrella enana roja Próxima Centauri, la más cercana a nuestro sistema solar, en unos 20 años.
En el interior de estas naves introducirían seres vivos microscópicos, como los denominados Caenorhabditis elegans o tardígrados, comúnmente conocidos como osos de agua, que podrían convertirse en los primeros seres terrícolas en hacer un viaje interestelar.
«Comportamiento entrenado»
El objetivo de la misión pasa por monitorear a los organismos con precisión desde la Tierra con ayuda de comunicación fotónica para detectar cualquier efecto que pueda tener en ellos el viaje interestelar. De esa forma, buscan estudiar qué potenciales efectos tendría un viaje de estas características en los humanos, si bien reconocen que enviar personas al espacio interestelar todavía es algo muy lejano.
«Podemos indagar en cómo recuerdan el comportamiento entrenado cuando vuelan lejos de su origen terrestre a una velocidad cercana a la de la luz y examinar su metabolismo, fisiología, función neurológica, reproducción y envejecimiento», comenta Joel Rothman, colega de Lubin en la UCSB y coautor de la investigación.
En este sentido, el científico asegura que la mayoría de los experimentos que se pueden realizar con estos animales en laboratorio también podrían llevarse a cabo de en las pequeñas naves espaciales mientras recorren el cosmos.