El distrito de Jinghai, en el norte de China, cosechó el pasado otoño cien hectáreas de arroz. La cifra podría no parecer muy significativa, tratándose del país con la mayor producción de arroz del mundo, pero la valoración cambia por completo si se tiene en cuenta que la región de Jinghai se ubica a lo largo de la costa del mar de Bohai y que más de la mitad de su territorio se compone de suelo alcalino y salado, donde los cultivos no pueden sobrevivir, informa Bloomberg.
La clave de esta abundante cosecha radica en las nuevas cepas de arroz tolerantes a la sal desarrolladas por científicos chinos en el marco de un ambicioso plan para impulsar la producción arrocera del país y asegurar la provisión alimenticia de decenas de millones de personas.
Dicha seguridad alimenticia se ha visto amenazada por el aumento de la demanda de cereales, pues aunque China cuenta con una quinta parte de la población mundial, solo posee el 10 % de las tierras cultivables del planeta. También representa una amenaza el aumento del nivel del mar y las interrupciones en la cadena de suministro debido a la pandemia de covid-19 y las tensiones políticas.
Las cepas de este grano (conocido como «arroz de agua salada«) se crearon mediante la sobreexpresión de un gen de arroz silvestre seleccionado que es más resistente a la solución salina y alcalina. Los campos de prueba en Tianjin, municipio al que pertenece Jinghai, registraron un rendimiento de 4,6 toneladas métricas por acre el año pasado, lo que supera el promedio nacional para la producción de variedades estándar de arroz.
«Las semillas son los ‘chips’ de la agricultura», sostiene Wan Jili, gerente del Centro de Investigación y Desarrollo de Arroz Tolerante a Salinas y Álcalis, estableciendo un paralelismo entre los granos y la actual escasez mundial de chips, que juegan un papel crucial en el desarrollo de nuevas tecnologías.
El objetivo del instituto pasa por utilizar 6,7 millones de hectáreas de tierra estéril para cosechar 30 millones de toneladas de arroz, lo que permitiría alimentar a 80 millones de personas.
Zhang Zhaoxin, investigador del Ministerio de Agricultura de China, explica que, si bien hasta ahora el arroz de agua salada se ha plantado principalmente en campos de prueba, el cultivo comercial pronto despegará con el apoyo del gobierno.
«Si China puede ser más autosuficiente en alimentos básicos, ello también supondrá una contribución a la seguridad alimentaria mundial», estima Zhang. «Cuanto menos tenga que importar China, más tendrán otros países», concluye.